Los ojos de lo fugaz

Leonardo Martínez

 

                                                               Un anciano me dijo una noche
que todos los caminos que no se conocen
llevan a Dios.
Rainer María Rilke

                                        

  Posible  conversión

Belleza y verdad
Las perseguimos corriendo hacia delante
y seguro ellas quedaron atrás
Como el amor que sentimos siendo niños
al canto de los pájaros
con la honda tensa listos
y la pedrada justo dándoles
en el corazón de su música

Marchitos ahora
no podemos restaurar lo perdido
Inaugurar quizás un mundo
donde pedrada corazón música verdad belleza
fueran agua donada
por el vendaval de la gracia

 

                             

Certidumbres

I
En el hemisferio norte es primavera
Espinos blancos o lilas
perfumarán la noche de alguien
desvelado
Desvelado como yo en el sur
por el olor a hojas secas
y el lento y poderoso batir de alas de la gran lechuza
kol-kol
en su invisible cacería nocturna
También empezaron los fríos allá en el Urubamba
Los pastores se arrebujan junto al fuego
en las chozas de altura
Pronto arrearán sus llamas a los valles
pues las cumbres se cubrirán de nieve
Entonces me pregunto
sobre esta relojería del mundo
donde una estrella
nos dona las luces y las sombras
los crecimientos y las desapariciones
No resta más que arrodillarnos y venerarla
Divino sol me digo
alimento y sed de nuestras vidas
II
Cae una hoja y retumban las edades
Los sentidos muestran
la fuerza indócil de los elementos
El futuro se apresura a ser pasado
y el pasado es pérdida dolor y soledad muy alta
Ante el papel sin mácula
los reflejos del mundo se anuncian
como regalo del pasado del futuro
y la única convicción de permanencia
es el perfume de un durazno
olido en sueños
Olor en tránsito
desvaneciéndose

           

El sonido de Dios

I
No tienen miedo a la muerte
Un futuro de intemperie y fatigas
los unce a una piedra sin nombre
parecida a la nada
Acurrucados
anidan en la desesperanza

II
La lazarilla y su ciego
sentados en las gradas de la catedral
escuchan las campanitas que anuncian la Elevación
Inmóviles
embalsamados por el incienso que se escurre libre
imaginan el tintineo de monedas al caer
en la bolsa de las limosnas
Luego regresarán a su cueva del Fariñango
a compartir la cosecha de mendrugos y centavitos de cobre

 

III
Mi padre olió hace más de un siglo
a las viejas prostitutas de las barrancas del arroyo
Mostraban su agujero hediondo
haciéndose penetrar por un cinquito
-¡Niñitos por un cinquito!-
Desfilaban entonces los yuteros
entre las piernas de las viejas
Confesó mi padre haber huido de tanto olor y mugre
Eso que los secadales y el viento
purificaran la escoria

IV
Aparte del rancherío
a la sombra de unos talas
las mujeres de orillas del Fariñango
han dispuesto tablones con las comidas
Vírgenes gordas y laboriosas
trabajan para sus concubinos
Venden tabletas fritangas y también sus cuerpos
Algunas veces vi al moro peruano del frágil Manuelito
atado bajo los talas
Otras al alazán frontino del joven Carlos
(Virolas de plata brillando en la tardecita
como chispas al viento)
Hamacándose aguarda mi abuelo
al frágil Manuelito al joven Carlos
Quedan en el aire las voces hipócritas
-¡Perdón padrecito!-  -¡Tatita no iré más!-
Las vírgenes gordas y sus sabrosuras
aguantarían mucho látigo chicote fusta rebenque y talero
mucho sermón anatema y diatriba
Quizás las confortaran el coito diario
y el eco de promesas de una sobrevida
Las vírgenes gordas fueron un refucilo
enterrándose solitas como centellas

V
En el lecho donde duerme el hambre
llueve aguanieve
Único el sueño
de una primavera robada

VI
Empero
fragante de brotes
se despierta cada día
el corazón
vertedero de labios y de abismos
Caracol con el sonido de Dios en mi oreja

 

 

Los ojos de lo fugaz

I
¿Qué música me mira?

Desde tapiales derruídos
acechan
mañanas de labranzas
viciosa siestas
atardeceres de un corazón sin muertes

¿Qué música me oprime?

Todo viene del mar o la montaña
del cielo o del abismo
Todo viene en algo dormido
anterior al murmullo de las hojas
o al grito de las bestias
encerrado en las piedras

¿Qué música está mirándome?

¿Es la música del puñal
cuando calaba hondo
y suplicabas
y tus ancas se abrían al arado de la perduración?

¿Quién compone esta música oída con los ojos?

La miro gotear en la oscuridad
y mi corazón
se escurre como lágrima
y lágrima escarchada
es mi corazón en la oscuridad

¿Qué manos acunan el candor de esa música?
¿Qué manos acunan el candor del porvenir?

Toco lo que no fui y huelo al solitario derramar en sueños
la materia de su noviazgo fértil

Lo que soy toca la grandeza de la fugacidad
En mi ceguera palpo el presente despellejado

II

Alguna música me ama
se interna sin límites
Clava sus agujas
y me susurra el secreto
del viejo maestro

Escucho

Las palabras despertarán al alba
cuando los caballos atraviesen el horizonte
y el niño sentadito ante la tropilla al galope
huela los colores terrosos azafranados negros
de reales frontinos y malacaras
perdiéndose en reflejos por el oriente
y el día se extienda levísimo
y la desconocida que llevamos en las entrañas
empiece su baile ciego
Y en una espiral sin retorno
arrastre al niño
al vértigo del principio

 

leonardoLeonardo Martínez, Catamarca 1937.
Poeta y músico. Desde hace más de quince años reside en Buenos Aires.  Cursó estudios musicales en la Escuela Superior de Música de la U.N.T.  En la misma institución ejerció la docencia en las cátedras de Audioperceptiva y Piano. Colaboró con el Teatro Estable de la Provincia de Tucumán en dos puestas, dirigidas por Boyce Díaz Ulloque, El pequeño abecedario y La Opera de dos centavos, como piano conductor. Como escritor obtuvo la Mención Especial en el Premio Nacional de Poesía cuatrienio 1992/1995; también el Primer Premio a la Producción Intelectual y Artística  de Catamarca, Primer Premio de poesía otorgado por la Fundación Carmen Gándara y Faja de Honor de la S.A.D.E. en el año 1990. Es autor de los siguientes libros de poemas:  Tacana o los linajes del tiempo (1989), Ojo de brasa (1991),  El señor de Autigasta ( 1994), Asuntos de familia y otras imposturas (1997), Rápido pasaje (1999), Jaula viva (2004), Estricta ceniza (2005), Jardín volátil –antología- (2007) y Las tierras naturales (2007) y Sin resta –antología- (2008), de próxima aparición, editada con el auspicio del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo. Sus poemas figuran en antologías y revistas especializadas del país y del exterior.
Ha colaborado en La Gaceta Cultural, suplemento de La Gaceta de Tucumán.