Carmen Isabel Molinas Bonilla
El beso
Nada pienso si los labios de hierro
lastiman con sus cierres contundentes,
tampoco si son suaves como cera,
si son piedra vegetal o madera.
Sólo sé que dibujan las pasiones,
con besos desangrados,
trasvestidos,
o con ternura,
Son labios de una boca o muchas bocas,
que pueden habitar el mismo encuentro,
entregado de a poco o en exceso,
allí está con variadas emociones,
removedoras todas,
Es que no hay excedentes para el beso.
Las Muescas de los Días. Editorial Botella al Mar
Las Intrusas
Me distraje un momento
Cuando vuela mi atención un instante,
aprovechan para desencontrarme.
Y me sorprendo tanto cuando veo,
los espejos que retornan mi imagen,
Las Muescas de los Días. Editorial Botella al Mar
Desterrados
Se van y no regresan, no los esperes,
los han desalojado, otros se han exiliado,
nadie dará la vuelta,
siquiera la cabeza,
solo será adelante a partir de esta hora.
Con los retazos quedos
del pasado que dejan,
llevarán un aroma,
un sabor, un recuerdo,
pero nunca intenciones de retornar un día.
No importa si extranjeros se sienten desplazados,
el puñal del extraño, no hiere como el propio.
(Antología "Entre el sol y la luna" Editorial Versos Compartidos 2018)
INÉDITOS
Sin nadie
Vengo desorientada,
clavo mis tacos en las veredas pálidas,
esquivo pozos donde podría quedarme
y decidirme a no regresar nunca.
Un revuelo de cintas anuncia el mediodía
y el sol esquiva nubes para brindar sus flechas.
Estoy como soñando, camino entre paredes
con las puertas abiertas y ventanas oblicuas.
Me miran desde lejos, me observan desde cerca
y yo no me acostumbro a renegar con ellas.
Estas horas del medio,
que devoran mi sombra,
aumentan mi añoranza de tener compañía.
Busco mi corazón
En mi interior se esconde lo que busco,
yo me vuelvo hacia adentro, me recorro.
Entonces veo al pájaro libélula,
que me observa con ojos afiebrados;
protegido por la jaula de huesos,
la sin piso y sin techo, la que sostiene y cuida
el aleteo constante,
el ritmo sostenido,
el amor que palpita
a veces escondido,
allí, en algún recodo,
por mí desconocido.
Sé que espera lo encuentre
disfrazado entre flores,
rojas como un hibisco,
como del ceibo rojas.
Como pasión de rosa
que bulle entre la sangre.
La lluvia de Magritte
Y no fue suficiente que el diluvio
anegara los valles, las llanuras,
porque la lluvia no se despedía
no contemplaba súplicas ni gritos,
apenas reparaba en los gemidos,
y entonces amainaba, sólo un poco
y luego continuaba,
como si fuera una misión divina,
inundar con sus gotas disfrazadas,
con bombín y bastón, como una broma,
una chanza feroz que derramaba
los hombrecitos que el pintor veía.
Sólo Magritte podía percibirlos
los plasmaba en el lienzo con sus óleos,
recién encaramados en el cuadro,
se abstenían de cubrir todas las calles.
Y fue así, por virtud de aquel artista
que con belleza sofrenó el desborde,
como se fue atenuando el paroxismo
y de a poco la ira tormentosa,
le dejó paso al sol que fue bebiendo
con más ansia que sed todo el exceso.
Carmen Isabel Molinas Bonilla Escritora de artículos especializados en prensa escrita. Escritora y poeta, participante en Congresos, Recitales y Encuentros Literarios, así como también en Ferias del Libro de Maldonado y San José. Coordinadora de Talleres de Creatividad en el 1er. y 2do. Congreso de Literatura realizado en octubre del 2012 y 2013 en Punta del Este, Maldonado, Uruguay.Presentadora de Libros en el Congreso 2013 y en la Casa de la Cultura de Maldonado, Uruguay. |