NOELI BELZARENA TESTA

LA VENTANA

El Cerro era uno de esos barrios de clase media, con casas bien cuidadas y rodeadas por pequeños o grandes jardines. Vital y alegre, su gente era como una gran familia. Las puertas siempre se abrían para todos los vecinos. No había polémicas ni enemistades. También se cuidaban unos a otros. Casi todos los vecinos vivían allí desde hacía décadas. Habían nacido niños, se habían criado y también morirían allí. Era realmente un pequeño paraíso. Una de las residentes más antigua era la señora Martina. A pesar del tiempo vivido en el barrio poco se conocía de ella. No se le conocían amigos ni familiares. Nadie entraba en esa casa. Un halo de misterio rodeaba su existencia. Solitaria y reservada, tenía muy poco contacto con sus vecinos, a pesar de que casi había visto nacer a la mayoría de los integrantes de la nueva generación. Una de las pocas personas que entraba semanalmente a la casa era Rafael, un joven que para ayudar con los gastos de sus estudios les hacía mandados a los vecinos que, por distintas causas no salían de casa.

Uno de estos casos era el de Martina. El hacía sus compras, cobraba su pensión y pagaba los escasos gastos de la propiedad. La señora en cuestión, a la que muchos llamaban “la rara”, en tono cariñoso, pasaba muchas horas de sus días detrás de la ventana del frente. Se limitaba solo a observar, saludaba con la mano a los conocidos que pasaban, intercambiaba algunas palabras con los transeúntes, aunque no muchas. Era Rafael el único nexo con el exterior y el poco tiempo que él permanecía en la casa era el momento en el que Martina socializaba con alguien. Cuál sería la secreta y pesada carga que llevaba esta mujer sobre sus hombros? Se preguntaba Rafael. Vivía como una ermitaña. Todo el movimiento exterior entraba por esa ventana. En verano permanecía abierta lo que permitía, por lo menos, que el aire puro ingresara en aquella reseca vivienda y en invierno todo pasaba a través del cristal. A la tardecita ya se sabía que Martina desaparecía y tal vez pasaba al mundo de los sueños, porque la persiana se cerraba totalmente.

Un día Rafael, no resistiendo más a su curiosidad le preguntó:

- Porque lleva esta vida tan solitaria, Martina?
Parece que se negara a vivir.
- Es que… a mí la vida no vino a visitarme, hace tiempo que solo, respiro, me alimento, duermo y…. nada más.

Rafael quedó impactado con la respuesta. No imaginaba lo que podía haberle sucedido para encerrarse como una prisionera.

- Puede ser que usted no haya permitido que la vida entrara en su casa, contestó.
- Cierta vez, creí tenerla entre mis manos, pero en un abrir y cerrar de ojos todo se terminó

Tal vez, algún día aquella enigmática mujer abriría su corazón y manifestaría sus verdaderos sentimientos.

Y… así seguía la existencia de Martina, rodeada de un bullicioso vecindario del que ella participaba hace muchos años a través de su ventana. Era su conexión con este maravilloso estado de estar vivo. Era con una especie de cuerda que la mantenía de éste lado.

Rafael iba y venía haciendo los recados para todo el vecindario, con lo que ahorraba para pagarse sus estudios superiores. A Martina le tenía un afecto especial, hasta se podía decir que le daba lástima la insociable anciana. Trataba siempre de quedarse unos minutos más conversando con ella y hacerle un poco de compañía. Ella se notaba agradecida con este gesto. Parecía que esperaba con ansias su visita. Esto lo hizo pensar que tal vez no estaba todo perdido. Aunque seguía siendo la ventana la que la acercaba a sus semejantes. A través de ella había visto crecer a los hijos de sus vecinos más antiguos y también la llegada de los nuevos, los que enseguida comenzaron a interactuar con ella a través de un tímido saludo con la mano, hasta una pequeña conversación cuando el verano la obligaba a correr el vidrio que la separaba del mundo. Pero… siempre la ventana era la testigo silenciosa de todo. El barrio ya estaba acostumbrado a esta extravagante presencia.

En las reuniones con amigos Rafael era acosado a preguntas sobre lo que sucedía en aquella extraña casa. A lo que él contestaba:

- Nada,… no pasa nada, simplemente se trata de una señora que ha decidido secarse en vida, nada más.

Llegó un momento en que fue tan habitual la figura de esa mujer delgada, pálida y sin ninguna expresión en su rostro, que el vecindario ya no la tomaba en cuenta. Se asemejaba más a un cuadro colgado en una pared y la ventana era el marco que lo coronaba. Era ella misma quien sacrificaba su libertad y se estaba volviendo invisible.

Todo el gozo de la vida, toda su existencia se limitaba a esas paredes embebidas de recuerdos y secretos no develados, que nadie podía desentrañar. Y la ventana… un pequeño lazo que le daba algún sentido. Se podía entender cuando un artista pierde la libertad encerrado en su taller en la búsqueda de su obra. En ese caso había un motivo para renunciar a la vida y estar al servicio del arte. El artista siempre trasciende, su obra le otorga la eternidad. Pero…Martina porqué motivo decidió entregar su existencia de esa manera tan simple?

Afuera, el vecindario sigue con su movimiento habitual. Martina sentada tras su ventana va viendo pasar la vida de los demás. Ya no es noticia, ya no preocupa a nadie su situación, cada quien elige como vivir, era el comentario general. Rafael, seguía con sus visitas, aunque se daba cuenta que por los pedidos que hacía, era muy poco lo que comía. La veía consumirse poco a poco. Nada se podía hacer, porque Martina no recibía a nadie más en su casa. Interferir con eso era como violar su intimidad. Era ella y nadie más la dueña de su destino y las razones por las cuales decidió vivir al margen de la sociedad. Rafael no se atrevía a ahondar preguntando cosas que eran solo parte de ella. Le había tomado mucho cariño y creía que era correspondido. Como en todo barrio los rumores corrían pero nadie sabía con certeza la verdad. Decía que hace muchos años había sido abandonada por un marido infiel, también que había sufrido un colapso nervioso, eran solo conjeturas, nada más. Después de todo tenía derecho a tener sus secretos. No había razón para indagar más en su vida. Se debía respetar su decisión. Tal vez se llevara las razones de su existencia a la tumba.

Cierto día, un vecino notó que la ventana de la casa de Martina estaba cerrada. No era lo habitual a esa hora. Preocupado, avisó a Rafael para que viera si le había pasado algo a la señora. Nadie tenía llave de la casa. Decidieron esperar un poco más y esperar que la ventana se abriera. La mañana avanzaba rápido y la ventana seguía cerrada. Pasado el mediodía el vecindario estaba verdaderamente alarmado. Llamaron a la puerta y nadie contestó. Tuvieron que llamar a las autoridades porque era evidente que le había sucedido algo malo. Por fin, a la tarde, con la ayuda de un cerrajero abrieron la puerta.

Cuando entraron al dormitorio, vieron a Martina acostada en su cama, primorosamente arreglada, bien peinada y maquillada, inmóvil y fría. A partir de ese día la ventana se cerró para siempre, ella se fue sin saber que había sido amada.

 

EL INGLÉS

 

Mr. Thomas, o “el inglés” como sería conocido luego, llegó a estas tierras, sin tener claro el motivo. Tal vez quería establecerse en un lugar tranquilo, rodeado por mucha naturaleza y conocer gente de otras latitudes.¿ O quizá escapaba de algo? Con parte del dinero de la herencia recibida en Inglaterra, compró un campo de mil quinientas hectáreas en el Departamento de Salto, Uruguay. La información obtenida del país fue buena, gente sencilla y amable. Un curso acelerado de español lo puso en condiciones inmediatas de trasladarse. En el nuevo mundo lo esperaba un agente inmobiliario que le habían recomendado para asesorarlo en todo lo necesario. Por un tiempo sería la persona que lo acompañaría en todas las situaciones que su nuevo hogar le presentara y lo ayudaría a tomar las decisiones necesarias para su correcta instalación.

Sabía, que luego de cruzar el Atlántico, lo esperaba algo totalmente desconocido, sintió nostalgias de su país, seguramente con el tiempo esto iría pasando, pensó. Siempre quedarían en su memoria los amados lugares de su Londres natal. Se preguntó: ¿Cómo haré para vivir sin oir las campanadas del Big Ben?¿o los largos paseos por las riveras del Tamesis?

Por fin llegó el día en que se presentó en el campo adquirido. La primera impresión fue satisfactoria. Un casco de estancia amplio, aunque algo deteriorado, pero aún mostraba los signos de un pasado suntuoso. Un gran salón decorado con muebles rústicos pero de buena madera, una magnífica estufa a leña sería la responsable de darle calor en invierno. Tenía muchas habitaciones también amuebladas de manera simple y austera. La cocina era amplia y prolija, con un enorme fogón a leña. Todo parecía detenido en el tiempo esperando una mano que lo volviera a la vida.

Le presentaron a Rosalía, quien sería la encargada de la cocina y las faenas diarias de la casa. Su marido, Serafín era el capataz, se encontraba en el pueblo comprando víveres. Por ahora era las únicas personas que acompañarían a Mr. Thomas.

Esa noche, luego de ubicarse en su nuevo hogar, tomó una cena liviana y se retiró a su habitación. Luego de una ducha reparadora se acostó y no tardó mucho en quedarse dormido. Cayó en un profundo sueño, donde imagines entremezcladas y sin sentido ocuparon gran parte de su descanso nocturno. Sintió la suavidad de aquella mano querida que lo había tenido asido por tanto tiempo y que se iba soltando poco a poco, hasta dejarlo flotando a la deriva. Cuanto más se alejaba la imagen, se iban acercando flashes de su nuevo destino. Campos verdes, regados por arroyos cristalinos. Figuras superpuestas que realizaban una caprichosa danza entre lo que dejaba y el porvenir. A pesar de todo durmió profundamente y el reposo fue excelente porque al otro día se levantó como nuevo, sin vestigios del cansancio provocado por el viaje y todo lo que implicaba su cambio de vida. El ajetreo del viaje y la ubicación en su nuevo hogar no le habían dejado tiempo de extrañar a su Inglaterra natal. Pero… ya le asaltaría la nostalgia, pensó. También aquello que intentaba olvidar. Siempre que había salido de su patria fue para hacer turismo, pero, esto era diferente, se había mudado al otro lado del océano para vivir. Poca cosa lo ataba a Inglaterra, así que aquí trataría de ser feliz.

Cuando abrió la ventana de su dormitorio lo deslumbró el brillo del sol. El aire puro de la primavera le colmó los pulmones produciéndole una inmediata sensación de felicidad. Esperaba con todas su fuerzas no tener que arrepentirse de la decisión tomada. Ese día esperaba conocer al capataz. Pero, ¡cómo le costaba pronunciar sus nombres! Tenía muchas dudas, no sabía con certeza si podría entenderse correctamente con ellos, pero, con optimismo pensó que el tiempo haría lo suyo y se adaptaría a todo. Tendría mucho para aprender. Su realidad en Londres era otra. Su vida bulliciosa lo había consumido a tal punto que se sentía un engranaje más de esa máquina arrolladora. Los noventa serían su punto de partida para recomenzar.

Luego de un desayuno que lo sorprendió, porque Rosalía cocinó un exquisito pan, el que acompañó con queso y manteca, todo casero, acompañado de un delicioso jugo de naranja de los árboles del campo. Con cara sonriente le dijo:

- Espero que le guste patrón, todo los ingrediente que se usan son de acá del campo.
En el pueblo solo se compran algunas cosas, dijo Rosalía, ofreciéndole una sonrisa.
- Very good, very good, dijo Mr. Thomas

Luego pidió disculpas por hablar en inglés y prometió que se esforzaría más con el español

. - No se preocupe “Sr. Tomás”, dijo Rosalía, ya sabemos que usted viene de lejos. Mire, justo allí viene el Serafín, ya lo llamo y se lo presento.

Ya estaba Serafín en la puerta de la cocina, limpiándose las botas, sabía el lío que podía tener con su mujer si le ensuciaba los pisos. Entró con la mano extendida para saludar a su nuevo patrón. Había incertidumbre en su mirada, pues este hombre venido de tan lejos, sin saber hablar bien el español y con costumbres y hábitos diferentes lo intimidaba. Pero, el trabajo era sagrado, así que tenían que habituarse a la nueva situación.

- Serafín, pa’ servirle “Sr. Tomás”
- Mi nombre es George Thomas, y tú eres… “Will be end”?
- No, no, …mi nombre es SE- RA- FIN, entiende?
- Perdón, will be end, quiere decir Será fin.Trataré de mejorar, dijo en un pésimo español

. Luego de esta presentación tan accidentada, trataron por todos los medios posibles de entenderse con respecto al trabajo. Serafín era una persona experta en los trabajos de campo así que fue quien llevó la delantera en lo referente a la tarea rural. Mr. Thomas lo dejó hacer las cosas a su gusto porque se notaba que el hombre sabía hacer su trabajo

. Pasaron los meses y las relaciones entre Mr. Thomas y Serafín eran estrictamente laborales, sin embargo con Rosalía las cosas eran distintas, tenían largas conversaciones, muchas veces a través de señas, ella lo instruía sobre las costumbres de la nueva tierra y él contaba cosas interesantes de Londres, además las exquisitas comidas que ella hacía lo tenían cautivado. Los guisos, como ella los nombraba eran absolutamente deliciosos. Hasta se sintió un poco preocupado porque si seguía así iba a engordar.

- No se preocupe Sr.Tomás, (ella lo llamaba así sin que él se enojara) con un poco de ejercicio en el campo baja de peso enseguida.
- Bueno,… bueno, eso espero. Aún no le pregunté, ¿Qué es eso que toman? Dijo señalándole el mate.
- Eso se llama mate, y sale de una calabacita que se obtiene de una planta y se toma así: dijo Rosalía, haciendo una graciosa demostración.
- ¿Me dará uno si lo pido a su marido?
- Pruebe, creo que ese hombre está quedando con mejor humor.

Una mañana, con el verano ya instalado, Mr. Thomas conoció de primera mano lo que era sentir un calor abrazador. Comenzaban los tórridos días de enero, ya el campo comenzaba a sufrir los primeros signos de sequía. Serafín iba de un lado a otro en sus tareas, poniendo agua en los bebederos y ensillando el caballo para llevar el ganado al reparo del monte.

- Will be end, voy con usted.
- Venga si quiere, Sr Tomás, pero no haga nada indebido, porque si me desparrama el ganado, se complica. Y no me diga eso de guil…. no sé qué,… soy SE RA FIN.
- Sorry,….disculpe, ya podré decirle bien su nombre.

Ese fue un verano tremendo, el trabajo no daba tregua, llevar y traer el ganado desde el arroyo para que tomaran agua, después llevarlo al monte para que se resguardaran del intenso calor. Por fin, en marzo llovió y bastante. Fue una verdadera bendición. Serafín y Mr. Thomas no tuvieron mucho tiempo de socializar, pues pasaban buena parte del día trabajando. Para Mr. Thomas todo aquello fue una prueba difícil, pero la pasó. Ya se consideraba un hombre de campo completo y tenía una sorpresa para Serafín.

Terminó marzo y el campo ya había tomado su habitual color verde de las pasturas recuperándose de la implacable seca. La tensión había disminuido y Mr. Thomas se sentía como uno más en ese ambiente al que tanto le costó adaptarse.

Una mañana, se levantó más temprano que de costumbre, vio a Serafín mateando sentado cerca del fogón, Rosalía metida en la cocina desde donde salía el delicioso olor a pan casero. De vez en cuando la veía acercarse a su marido al que, en silencio le ofrecía un mate. Luego cada uno seguía en lo suyo. La vida no les había dado hijos, pero ¡que felices se veían! Quedó admirando la situación, imaginando algo parecido para sí. Tal vez algún día …. Parece que la felicidad está en las cosas más sencillas. Había aprendido a querer a Serafín con sus profundos silencios y a Rosalía con esa vitalidad y frescura de la mujer de campo. Caminando lento, para no alterar aquella postal de vida que quedaría grabada en su memoria, se acercó al fogón, dispuesto a sorprender a Serafín, entonces dijo:

- SE RA FIN, ¿me convida con un mate?

Serafín lo miró sorprendido y feliz a la vez, pensando quizás: -por fin el inglés se aprendió mi nombre.

- Ya lo creo patrón, siéntese, ahora sí, tenemos mate para rato.

 

16-belzarena

NOELI BELZARENA TESTA
Salto, Uruguay
2007- 1er. premio de la Dirección de cultura de la Intendencia Municipal de Salto y la Sociedad Española 2007- 1er. premio Intendencia de San José - Escilda Paulier 2008- Mención Club de Leones de Rocha. Concurso Internacional 2008- 3er. Premio cuento infantil en AEDI (Asociación de Escritores del Interior) 2009- 1er. Premio Cuento AEDI 2009- 3er. premio casa de la Cultura de San José 2010- Mención Club de Leones de Rocha. Concurso Internacional. 2010- 1er. Premio Club de Leones del Buceo de Montevideo. Concurso Literario Melvin Jones 2010- Mención Casa de la Cultura de San José 2011- Mención Cuento infantil AEDI 2011- Mención Club de Leones Rocha 2012- Mención Categoría Ensayo AEDI 2012- Edición del Libro LA CASA DE LAS DOS FRONTERAS editado por Rumbo Editorial ANTOLOGÍAS En Editorial Nuevo ser en los años 2006 y 2008 Con el grupo Sociedad de Escritores Salteños titulada PALABRAS AL VIENTO Con Editorial Rumbo Titulada JAZMINEZ EN INVIERNO