José Luis Guarino

EL PAISAJE NATAL: Un sabor que no se olvida

CANTATA A SALTO
de Enrique M. Castellanos

15Guarino1

En una forma casi anónima, acaba de ver la luz en impresión y distribución personal de su autor, un sorprendente libro de poemas, que, a no ser por la afirmación que luce en contratapa de que es su primera publicación, se podría juzgar como la obra de madurez de un escritor de oficio.

Nos referimos a “CANTATA A SALTO”, un brevísimo poemario de doce poemas cortos, de ENRIQUE M. CASTELLANOS, de cuya identidad aparecen solamente estos datos: “Enrique M. Castellanos nació en Salto, allá por los 40. Hizo escuela y liceo en su ciudad. Después se fue para Montevideo. Hizo de todo un poco, es decir, nada digno de recordar. Esta es su primera publicación”.

En carátula luce las figuras de la fuente de la Bella y la Bestia, ubicada en la plazoleta Roosevelt, y en contra tapa, el frontis y las torres de la iglesia Nuestra Señora del Carmen, sobre fondo negro.

El contenido parte de lo histórico y local, y se proyecta a lo lírico y universal. En apariencia, sería un libro para salteños, pues hace hincapié en detalles característicos del paisaje, del progreso y de algunos personajes típicos del Salto de antaño. Y solo aludidos. Por lo que un extraño tendría que informarse de esos elementos simbólicos para una mayor comprensión del texto. Pero lo importante es la fuerza lírica, el sentimiento de añoranza y de valoración del pasado, la nostalgia de la fugacidad de las cosas y lo inestable de la realidad con sus consecuentes desgarrones, lo que catapulta lo inmediato y pasajero a lo universal y definitivo.

El “ubi sunt” de las coplas manriqueñas campea en buena parte de los versos del poemario. Precisamente, el primer poema: “Canto a Salto”, se inicia con estas palabras: “¿Dónde están…?” Y no toma como referencia al rey Don Juan – como el Poeta medieval-, sino que se pregunta por los tranvías, la cascadas, el puente del arroyo San Antonio, entre otras cosas tan nuestras y cercanas…pero que motivan un sentimiento que ha atravesado edades y lugares. El desahogo lírico se concreta con interrogaciones que no esperan respuestas, porque no las hay, más bien, enfatizan la ausencia de lo que está irremisiblemente perdido y expuesto a un rescate solamente poético por medio del recuerdo. Los tranvías, las cascadas, los atardeceres sobre el río, los antiguos barcos que surcaban airosos nuestras aguas, y marcaron uno de los puntos culminantes del progreso salteño, la caída de agua de Salto Grande –hoy desaparecida-, el cielo de gaviotas, el puente viejo sobre el arroyo San Antonio que permitía llegar hasta las cuevas antes de la construcción del puente nuevo, el tiempo de las carretas, la temporada de naranjas y frutillas, la figura del legendario Aquilino Pío…todo le da al conjunto en que se mezclan lo ausente y lo presente, lo que se fue y lo que aún perdura, un fuerte y definido sabor localista, acorde al título “Cantata a Salto”.

De este modo desfilan por los versos, la geografía: “El río Uruguay, los arroyos Sauzal y Ceibal, una línea de naranjos que va corriendo el horizonte, son los límites de Salto” (Poema “Límites”), “agua azul y blanca/ vidalitay/de las dos cascadas/ la de Salto Chico/vidalitay/ y la sepultada” (Vidalita del agua); la historia, antología de lo que se ha ido: “El agua acompaña el desfile interminable/ por el puerto y el Saladero/ los jóvenes ven pasar/ una ciudad amarrada”(Sueño del río). Entre esas cosas que se fueron están: “el movimiento lento de las carretas” (Poema” El Tiempo”), el precario puente que “ya no está/se llevó a sí mismo a otra orilla/ El puente no está/ y desde este lado queremos cruzarlo” (Puente sobre el arroyo San Antonio). Los antiguos barcos del tiempo de los astilleros, que siguen en la memoria “Aunque el río no tenga más que barcos de papel/ y tus muelles sean un museo” (Poema “Canto a Salto”). La cascada mayor ,“la sepultada”, que hace muchos años dejó de cantar, pero que aún se oye en el recuerdo “Permiso/ quiero llegar a la Garganta del Diablo/ que marcaba Salto Grande./ Voy a estar una tarde como un romance/voy a caminar con un dorado/ bajo el río de lluvia fina” (Poema “Puente a las cascadas”).

Pero el poemario no se mantiene dentro de lo estrictamente local. Más bien, los temas del terruño son punto de partida para una proyección hacia lo universal, en alas del recuerdo y la emoción. Porque universal es la añoranza de lo que se llevó la fugacidad del tiempo. Y porque a esa inestabilidad está también condenado el hombre mismo. Ya decía el Eclesiastés, que todo tiene su momento: “su hora el nacer y su hora el morir. Su hora el plantar y su hora el cosechar”, y aludiendo al destino humano, dejó escrito en sus memorables versos el poeta Jorge Manrique: “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar/ que es el morir…” Y como lo que pierde se lleva algo de nosotros mismos, pudo añadir el Poeta que “cualquiera tiempo pasado/fue mejor”.

De ahí a la elaboración de mitos o caer en brazos de la leyenda, hay un solo paso. Y es porque “se puede cantar a los dioses que forman las nubes”…y “hay ciudades hundidas con sus dioses,/los escudos y las mesas familiares” (“Canto a Salto”). Esa obra desgastante, que los días y los años van concretando con sus modificaciones inevitables, son más perceptibles para quien regresa a un lugar, luego de una prolongada ausencia. Tal es el caso de Enrique Castellanos, que partió con un bagaje de imágenes en sus pupilas, y encuentra a su retorno tantos cambios que le parece no volver al mismo lugar. “Siempre vuelvo / y sos siempre distinto…” (Poema de los retornos).

Pero más allá de modificaciones periféricas, hay un fondo inamovible, que le permite al Poeta reconocer su tierra. En parte porque no todo ha cambiado. Y porque lo que ya no está, sigue vivo en su memoria. “Cuántas veces vuelvo, Salto,/trabajoso es llegar a tus frutillas…El Daymán me da la mano/ y me señala el camino…Allí están los naranjales/ allí están las termas/ha cambiado tu cara,/ pero sos el mismo…”(Poema de los retornos).

Esa fuga de las cosas la expresa el Poeta convirtiendo en espacial lo temporal, en dinámico lo inmóvil, en abstracto lo concreto: “Se echaron a andar los muebles/ como jangada en Salto Chico/ viene una casa y sus habitantes/ vienen las voces subidas a las caras./ El agua acompaña el desfile interminable./ Por el puerto y el Saladero/ los jóvenes ven pasar/ una ciudad amarrada”.(Poema “Sueño en el río”).

Breve, auténtico, intenso, muy sentido, sin actitudes postizas ni artificiosas, haciendo vibrar el arco de la memoria en las cuerdas de la emoción, con un lenguaje casi coloquial y a veces premeditadamente simple, el libro “Cantata a Salto” de Enrique M. Castellanos, permite al lector el descubrimiento y el deslumbramiento de algo completo en sí mismo, elaborado con precisión y pasión, sobre un tópico que, aunque transitado, se enriquece con este toque de indiscutida fuerza poética”.

José Luis Guarino (Publicado en Diario El Pueblo el 25 de setiembre de 2009).

 

15Guarino2

José Luis Guarino
Nació en Salto Uruguay. Ejerció el profesorado de literatura en liceos públicos y privados de su ciudad natal. Fue durante 13 años subdirector del Liceo Salesiano Nuestra Señora del Carmen. Fue responsable de la página cultural de Diario El Pueblo de Salto desde 1988 a 2006. Publicó dos libros de poemas: “Luz de domingo” (1999) y “Crepúsculos y Auroras” (2009). Continúa colaborando con artículos literarios en el periódico mencionado. Poemas suyos aparecen publicados en las colecciones de Leonardo Garet “Poesía del Litoral” (2005) y en el tomo 20 de “Colección de Escritores Salteños".