Pablo Garrido

 

Los niños del exilio
Extracto del libro Llegó sin permiso

 

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El exilio político, económico o voluntario es un trasplante. Muchas plantas en un comienzo se ven debilitadas, pero al tiempo, con cuidado, crecen vigorosas. Algunas se enferman, se debilitan y sus raíces no son capaces de ambientarse en el nuevo suelo y mueren. Pasa también con las personas que sufren el exilio. Hay que echar nuevas raíces y crecer, seguir adelante para no perderse y perecer en el intento.

 

La nostalgia es fuerte al comienzo, las comparaciones con la patria y esa porfía de “allá era distinto”, “allá era mejor” se convierte en conversación obligada diariamente. Los niños preguntan, ¿cuándo nos vamos de regreso papá?, echan de menos a sus amigos, sus calles, sus primos, sus tíos, su abuelita y hasta los perritos y perros grandes que han quedado allá, lejos en la patria. Hasta que comienzan en una escuela con nuevos amigos y van descubriendo otras formas de hablar y comunicarse. Poco a poco van reemplazando con nuevos amigos a los que quedaron lejos, pronto van aprendiendo el nuevo idioma, las nuevas costumbres y se van apegando a la nueva vida en tierra extraña. Rápidamente esta nueva y extraña tierra comienza a reemplazar la propia. Sus nuevas raíces nacen y crecen y esa sensación de que “no soy de aquí” va desapareciendo.

 

Los niños llegan contentos de la escuela y cuentan en casa las novedades:

- Hoy tuvimos deporte. No es tan difícil el holandés, buenos días se dice goede morgen, el viernes tenemos un paseo a la playa y preguntan si las mamás o los papás quieren ir.

- Yo quiero ir, dice una de las madres.

Las familias de Ladislao y de Enrique se integran primero con la comunidad de refugiados, sus hijos van al mismo colegio. Varias son las madres que acompañan a los hijos en el paseo a la playa de la escuela. Los maestros hacen de guías y caminan por la playa, pasan unas dunas y nada, sólo agua, arena, algo de viento, no es un día de calor pero el paseo es lindo, los chicos corren y juegan con una pelota. Pasan otras dunas y la sorpresa, ¡hay gente en la playa! Y están desnudos, claro, es una playa de nudistas, nunca vista en Chile, las mamás sorprendidas y algunas perturbadas por lo nunca visto.

- ¡Maestra, por favor que los niños no miren…están todos desnudos!...vamos de regreso. Las maestras holandesas no se inmutan y siguen el paseo intentando calmar como pueden a las mamás escandalizadas. No entienden que les pasa. Los niños ríen gratamente sorprendidos.

- Tranquila mamá, no pasa nada, es sólo cuerpo humano. En la escuela después del deporte también nos duchamos todos juntos hombres y mujeres, y las nobles madres chilenas más se escandalizan. Lo conversan con el esposo en casa, pero no hay salida, hay que acostumbrarse, no hay vuelta atrás.

 

Van pasando los años, los niños se aclimatan a todo y van tomando protagonismo en casa. Cuando suena el timbre, los papás tiemblan porque el idioma es todavía una gran barrera, ¿quién será esta vez?

- Atienda hijo, y explíqueles que nosotros no entendemos todavía el idioma.

- Claro papá, yo abro.

Su hijo de ya 13 años se para y atiende la puerta:

- Bien señor, pase.

- ¡Es el hombre que toma la cuenta del medidor de la luz!

Y así se van convirtiendo en intérpretes de sus padres en casa, en el consultorio, en la municipalidad, en todo. Los roles parecen intercambiarse, y en las conversaciones en el colegio comentan y se cuentan que sus papás ahora dependen de ellos y se ríen contentos con el nuevo rol por ser más rápidos en aprender el nuevo idioma.

Juan, el hijo mayor de Ladislao es un excelente alumno, le gusta leer y lo hace en castellano y holandés. Es muy preguntón y tanto su madre como su padre se esfuerzan para encontrar las respuestas a todo. Un vecino holandés regaló a Ladislao el libro del uruguayo Eduardo Galeano “Las venas abiertas de América Latina”, lo había conseguido de una amiga de la facultad de literatura española.

- Gracias buurman (vecino), es el mejor regalo que he recibido en mucho tiempo. Tenía muchas ganas de leerlo.

Ladislao no se hizo a un lao y leyó con dedicación el libro y cuando lo terminó se lo pasó a su hijo Juan.

- Juan, hijo, en este libro vas a encontrar muchas respuestas a tus preguntas, léelo.

- Gracias padre, lo leeré el fin de semana, porque no hay futbol.

Y Juan leyó el libro de Galeano, cuando lo terminó le embargaba una especie de tristeza grande y al mismo tiempo una intranquilidad y unas ganas de hacer tantas cosas. Lo conversó con su padre y a sus cortos trece años comenzó a entender la historia de su Latinoamérica, de su continente y del porqué él estaba allí lejos de la patria donde nació y dejó a sus amigos, a sus tíos, a sus abuelos, a su perro. Ahora entendía muchas cosas y brotaron en él firmes decisiones. Por el momento estudiar más y transformarse aquí, en esta otra cultura, en una persona que en el futuro aporte a cambiar las desigualdades e injusticias de su amada y lejana tierra.

 

Y los niños del destierro crecieron y se fueron integrando a las nuevas sociedades. La semilla que el exilio repartió por el mundo dio frutos creando profesionales, artistas, obreros calificados, dirigentes sindicales, deportistas, policías, agentes de servicios secretos, agentes de bolsa y un sin fin, pero en todos ellos nunca se extinguió un fuego interno, una grandeza que se escondía hasta en las pequeñas cosas, en los pequeños y grandes acontecimientos que los hacía vibrar pensando en volver y aportar en sus patrias, honrar la historia sin olvidar de qué lado estaban. Muchos lo consiguieron.

 

 

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Pablo Garrido
Chileno, escritor residente en Holanda, autor de libros sobre informática para la educación ("Aprender computación y no perecer en el intento", "Aprender haciendo") una novela "El dolor de ya no ser" que ha sido traducida al alemán; un libro de poemas: "Caminemos, tal vez nos veremos después"; un libro sobre la Reforma Agraria chilena: "Un remezón a la memoria"; un ensayo "Un arlequín en busca de rumbo con todo sus rombos". Es autor de diversos prólogos a libros de autores argentinos. Fue director y editorialista de la revista de arte y cultura "Arlequín". Fundador del Centro de artes y letras "San Telmo". Recibió la medalla al mérito cultural en la Feria del Libro de Buenos Aires por la embajada de Chile en Argentina. Con sus Ediciones "Arlequín de San Telmo" ha editado a más de 50 autores latinoamericanos. Actualmente colaborador de Círculo Dilecto en Holanda y refundador de Ediciones "Arlequín de San Telmo" con lo que ha editado varios libros de autores aregentinos, mexicano e italiano y una antología con varios autores residentes en Holanda. Actualmente trabaja en su segunda novela "Llegó sin permiso" a publicarse próximamente. Es voluntario en Casa Migrante de Amsterdam donde da clases de "Alfabetización informática". Tiene un sitio en la web llamado
: http://www.culturayvideo.com

Su email de contacto es  pablogarridob@gmail.com