OSVALDO POL EN LAS SIERRAS DE CÓRDOBA

LEONARDO GARET

 


Osvaldo Pol es un poeta religioso, no a la manera de los
que tienen un texto sobre el tema, o una referencia a la
divinidad las más de las veces formularia y con
conceptos de segunda mano. Su verso nace de una
profunda intuición y convicción de la vida y el mundo
regidos por un orden superior.

 

Osvaldo Pol vivía en la Residencia Mayor de la Compañía de Jesús, en su dormitorio-escritorio, con ventana al patio de paltos tan altos como las más altas palmeras. Todo en el ambiente interior participaba del mismo impulso de elevación, libros, imágenes, silencio y voces. Los muros exteriores del edificio tienen la consistencia y el aspecto propios de un castillo medieval. A pocos metros, la calle Caseros exhibe la agitación del centro histórico y comercial de Córdoba. Y parece lejanísima. Lo visité en su casa varias veces a Osvaldo y siempre el tema central de nuestra comunicación era la poesía. Y más todavía, la palabra, en su más alta acepción de impulso inicial de la creación.

Pero Osvaldo Pol ha muerto. El 19 de setiembre de 2016 un paro cardíaco lo sorprendió en su dormitorio, junto a su poesía, que contiene para siempre “Los bordes de la herida”.
Lo conocí en Jerusalén en 1992, en el encuentro “500 años después”, organizado por el Instituto Israel-Iberoamérica y desde entonces no dejamos de alimentar la amistad con asidua correspondencia y mutuas visitas a nuestras respectivas ciudades, Córdoba y Salto.

Osvaldo Pol es uno de los mejores representantes de la poesía argentina y de la poesía religiosa. Nació en Tancacha (provincia de Córdoba) en 1935 y vivió la mayor parte de su vida en su ciudad. En 1965 fue ordenado sacerdote. Fue profesor de Ética y Estética de las Universidades Católica de Córdoba y del Salvador (Buenos Aires). Escribió varios libros de poesía, Después de las murallas (1966), Vibraciones (1970), Los bordes de la herida (1978), Sustancia y accidentes (1983), De Destierros y Moradas (1981), Homenaje (1981, Situación y Criba, antología y nuevos poemas (1990); Poesie (1993), Las aves nos saben (1997), Recapitulaciones (2001). Vivió en 1961 y 1962 en Uruguay ejerciendo como docente y publicó por primera vez en la revista Aquí poesía (año I, núm. 3, 1963.) *

Los libros de Pol Después de las murallas, Vibraciones y Los bordes de la herida aparecieron con el sello de la prestigiosa editorial Carmina, de Buenos Aires. En ellos descubre la geografía de la existencia como sucesión de pequeños e intransferibles milagros: “Y permanezco así / con el asombro de saber / que el momento de nadie / es mío” (El momento, Después de las murallas), y “¡Oh la dicción perfecta de las cosas! / Idioma para el único amor / y el diálogo primero” ( El nombre y la esencia, Los bordes de la herida).

Desde su primer verso la fe religiosa se presenta inseparable de sus percepciones, ve el mundo con los ojos de una fe cristiana sin fisuras. Muy bien se lo dice el filósofo argentino Santiago Kovadloff: “Es que tu poesía hilvana, con inspirado acierto, el íntimo susurro de la oración y la generosa extroversión de la belleza. Lográs situarte, escribiendo, en ese suelo luminoso e infrecuente donde el arte hace evidente sus raíces religiosas y donde la fe no sabe sino transfigurarse en literatura”. (Contraatapa, Las aves nos saben.)

Recapitulaciones contentivo de 56 poemas espigados de todos sus libros anteriores, a los que suma seis nuevos, podría haberse titulado “Antología personal”. Respondería así a su responsabilidad de elección, se emparentaría con Borges –que así tituló una selección suya-, pero no reflejaría la verdad profunda que trasmite la idea de volver sobre sí mismo que está implícita en re- capitular: ”Quizás porque -al menos para mí- todo libro de poemas nuevo, de alguien que ya se ha asumido como poeta y a lo largo de mucho tiempo lo ha testimoniado en la ininterrumpida continuidad de su entrega, no hace sino prolongar a su modo una meditación que gira sobre sí misma y sus mismos temas, hasta la obsesión” (Justificación, Recapitulaciones.)

Mirado fugazmente y en conjunto, su producción total da la impresión de un poeta cordillera, porque su obra está hecha de tantos picos, de tantos libros y textos insuperables que cuando se está ante una elevación no se alcanzan a ver los restantes. Así, cada poema cumple en el lector el itinerario de ser por un momento -como para el poeta cuando lo escribió- único y definitivo.

* No es la de Osvaldo Pol poesía sensorial, ni de ideas prisioneras en la órbita de la teoría. La experiencia, las vivencias sentidas en profundidad, se trasmutan en irrepetibles instancias de vida. "Decir adiós un día y otro día / dar por perdido lo que fue logrado" (Saber perder, De Destierros y Moradas), puede ser el primer peldaño de quien vive en actitud de despojamiento.

Pol es religioso en la más alta acepción del término y su despojamiento de todo lo accesorio de bienes y sentimientos significa enriquecimiento para llegar a estatura más digna de observar el objeto de su fe. De plenitud de sí mismo nace su canto, pero de las raíces entrelazadas de inseparables contrarios: "Tanta vida se quiebra en mis entrañas. / Tanta muerte galopa en mi costado". (Tanto Dios, tanto hombre, De Destierros y Moradas).

En tiempos de descreimientos y naufragios Osvaldo Pol edificó su fe no sobre aguas fáciles sino de borrascas. Copio del libro Las aves nos saben y como homenaje a la poesía, el poema El Discurso del Método:



Me digo: “En las laderas del Monte
el verde enrojecía de amapolas
y las Bienaventuranzas saturaban la brisa...”
Pero el instante que la memoria apresa
se resiste a entregar sus secretos.
Es como si del friso del pasado nada recuperasen las palabras.
Ni siquiera un esbozo de la dulzura aquella
en este ahora del poema
que se elabora a sí mismo con materias primas
que son entrecruzamientos de presentes
sin bienaventuranzas ni amapolas...
Aprehender lo aún no vivido ni gustado
en un más allá de las palabras
que nombran el arrobamiento que desciende
hasta silenciarnos: ahí la maravilla
sosteniendo el olvido que es todo poema.



Pocas intuiciones más profundas referidas al misterio de la palabra con capacidad para suspendernos -iluminados y atónitos-, como este texto inicial del libro, frontispicio de catedral evanescente, insuperable la audacia del planteo donde parece que el poema fuera nada menos que las Bienaventuranzas que pueden llegarnos no del pasado, sino de la intuición de lo todavía inexistente.

El poema comienza "Me digo" y lo dicho es un monte donde sencillamente la vida es una presencia de milagro: el verde enrojecía de amapolas, porque las amapolas existen por la explosión del verde. Todo es una lucha por apresar lo inaprensible. Nuestra sola herramienta -y la del poema- es la palabra, y este poeta que no sabe de superficies, la arriesga hacia el pasado y hacia lo inexistente. Ella retorna. Trae el cuestionamiento, como si Descartes pusiera todo lo conocido a participar de disquisiciones. La palabra instala el silencio. Está sonando, en el otro monte de las bienaventuranzas, el poema. Y se cumple la máxima de Heidegger: “El pensador dice el ser. El poeta nombra lo sagrado”.
* Jorge Mario Bergoglio, cuando era Rector de la Universidad de Córdoba y no el Papa Francisco, fue vecino de cuarto de Osvaldo entre 1990 y 1992 y prologuista de su libro De Destierros y Moradas. “Parece paradójico –escribe Bergoglio en A modo de prólogo- que un poeta hable con lenguaje de la tierra, de destierros. Parece paradójico pero no lo es, porque la palabra poética tiene moradas de carne en el corazón del hombre y –a la vez- siente la pesantez de unas alas que todavía no han remontado su vuelo. Trabajoso dilema es éste que expresa mística y poéticamente Santa Teresa: “¡Qué duros estos destierros!”


* LA EXPERIENCIA

La experiencia consiste
en intentar que el pájaro regrese
desde el extremo opuesto de la noche
y pose su cansancio
sobre tu abierto pecho adolescente.

Lo tomas en tus manos,
lo acaricias,
extraes de sus alas todo el viento
y mientras él se entrega a lo innombrable
tú te dejas volar.

Es fácil la experiencia.
Lo difícil
es dar con el momento
que te permita asesinar al pájaro
sin morir a su lado de tristeza.



Recuerdo que Osvaldo me escribió allá por el 2007 o 2008, que hacía bastante tiempo que no escribía poesía. Yo le contesté parafraseando el magnífico poema transcripto líneas arriba: “Tomas en tu manos el poema La experiencia, lo lees, extraes todo el canto de la época de Las aves nos saben o de Los bordes de la herida. Es fácil la experiencia. Lo difícil es dar con el momento que te permita escribir sin dejar de ser el hombre que hoy se niega a hacerlo. Quiero que el amigo regrese desde el extremo opuesto del silencio y que pose sus palabras sobre el abierto pecho adolescente.” Me contestó transcribiendo mis palabras y a continuación un poema.

* Osvaldo Pol presentó en Córdoba mi libro Vela de armas. Lo imagino vertical y vivo. Reposa en el cementerio San Jerónimo, en el corazón de las sierras.
“Y aquí estoy, en Córdoba, a un pasito de donde nací en 1935. Poeta, Profesor, Sacerdote, inmensos ventanales que dan a la vida. Feliz de saber que Dios tiene en sus manos la punta del hilo…” ( O. P. Nota autobiográfica.)

APÉNDICE:

¿ADONDE VA EL SER HUMANO?

¿Quién será ese curita ignorante, irrespetuoso, soberbio, que entró al cuarto donde vivió Osvaldo Pol y tiró lo que encontró?
¿Los jesuitas de la Compañía de Jesús de Córdoba lo saben?
¿Nadie de todos los colegas de la Compañía sintió responsabilidad, o respeto?
Ustedes predican…¿qué cosa?

Tal lo que primero surge ante el artículo-denuncia de Mario Trecek aparecido el 14 de enero de 2018, en “Hoy Día, Córdoba”, titulado MEMORIA CULTURAL DE CÓRDOBA y que comienza diciendo:



“Hace pocos días un transeúnte, el arquitecto Gonzalo Fuzs,
iba por calle Vélez Sarsfield en Córdoba capital, y pasando
Caseros encontró en la vereda, unas cajas tiradas contra un
árbol y su curiosidad hizo que se encontrara con un tesoro.
Bueno, para la gente de letras son elementos valiosos. Fue
como una revelación si se me permite usar una palabra
mística. Es que el contenido estaba vinculado al querido poeta
y sacerdote jesuita, Osvaldo Pol. En el interior de las cajas,
estaba simbólicamente y en objetos, su vida.

Paradojalmente, era en la esquina de su casa. Porque él vivía
en la manzana jesuítica, en una modesta habitación que supe
visitar en alguna oportunidad. Alguien, que vino a ocupar su
lugar, desalojó sin miramientos sus pertenencias, y puso toda
una historia de vida en la acera, para que lo lleve Cotreco o
quién sea. “Las manos torpes pierden lo ya asido. / La
memoria no atisba en el pasado / y hacia adelante todo es sin
sentido” (Osvaldo Pol).

Cuando Fuzs, despliega fotos del material encontrado uno no
puede más que sentir dolor, y desolación. ¿Ésto somos, en
esto nos convertimos? Es despojo. ¿Y la trascendencia? ¿Y la
eternidad? ¿Y el consuelo? La vida no se resume en un
diploma, en un cenicero o un plato de cerámica, es cierto.
Pero las medallas, los premios, los certificados de
reconocimiento finalmente tendrán este valor relativo?
Medallas honoríficas, para pavonearse, como esa que está
entre los bártulos, de un pavo real, o la hermosísima paloma
de ébano, o de piedra negra, o el diploma firmado por el
arquitecto Juan Manuel Bergallo, otorgado en el 2009, donde
La Dirección del Museo Histórico de la Manzana Jesuítica le
reconoce sus aportes, por ilustrar sobre la Compañía de Jesús.
O sus apuntes sobre “El problema de la educación”, o sus
diplomas como profesor en la Universidad Católica de
Córdoba.”



Yo pensaba iniciar gestiones ante la Compañía de Jesús para informarme sobre poemas inéditos que sabía había dejado Osvaldo. Concretamente Poemas de la infancia, de los cuales Lila Perrén de Velasco en su libro La poesía de Osvaldo Pol rescata uno, El Pueblo. No sabía que tenía que dirigirme al transeúnte casual, o quizás al recolector de basura de Córdoba. Señores de la Compañía de Jesús de Córdoba: esta afrenta al ser humano y a la cultura no se limpia con Padrenuestros.

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Leonardo Garet

Ha publicado estudios y prólogos sobre los más distantes autores universales y se ha dedicado, en particular, a la literatura de su ciudad, Salto, con innumerables obras sobre Horacio Quiroga, con una obra de referencia sobre Marosa di Gorgio y con la obra en 20 tomos Colección de Escritores Salteños.
Tiene libros publicados por las editoriales uruguayas Ediciones de la Banda Oriental, Fin de Siglo y Cruz del Sur, dos libros publicados por la Editorial Alción, de Córdoba, Argentina, un libro bilingüe editado en Brasil y un libro bilingüe editado en Italia. Cuentos, poemas y artículos suyos figuran en una veintena de antologías nacionales y extranjeras y ha sido traducido a 14 idiomas. Ha recibido el Primer Premio Nacional de Poesía por su obra Salida de página (MEC), el segundo premio de narrativa por Alondra (MEC), el Premio único por Obra de Horacio Quiroga (MEC), el Premio Fraternidad que otorga la B´Nait B´Rith Internacional a la trayectoria de un escritor uruguayo, cada cuatro años. Es Académico Correspondiente de la Academia Nacional de Letras. Ha representado a nuestro país en congresos, encuentros de escritores y presentaciones de libros en Argentina, Brasil, Italia, India, Irán y Rusia. (Datos tomados de la página www.leonardogaret.com.uy