Enrique M. Castellanos
CANTATA A SALTO
MMC nació en Salto, allá por los 40. Hizo escuela y liceo en su ciudad.
Después se fue a Montevideo. Hizo de todo un poco, es decir, nada
digno de recordar. Esta es su primera publicación.
Quiero escribir con una guitarra bajo los ceibos,
con el aroma de jazmines y las rejas de las ventanas,
con el atardecer que ponemos sobre el río
abrazados a la cintura de la costanera.
E. M. C.
CANTO A SALTO
¿Dónde están los tranvías
que dejaron sus sueños en la calle?
¿Por qué dejamos caer tantas cosas?
¿Por qué dejamos tapar las cascadas,
adónde están los atacantes?
Decimos
SALTO
y levantamos nuestros brazos
para ver el atardecer del vino.
Se puede cantar
a las diosas que forman las nubes,
se puede cantar:
que Salto no se caiga
que no se disuelvan los hombres
como barro
perdiendo la voz y la inteligencia.
Hay ciudades hundidas con sus dioses,
los escudos y las mesas familiares.
Entre ellas anda Salto,
gritando que estamos de más
entre las formas del espejo.
Aunque el río no tenga más que barcos de papel
y tus muelles sean un museo
SALTO
te levanto en el puño de los niños,
te llevo a las colinas para desde allí tirarte
como flecha de papel
¡a conocer el vuelo!
PUENTE A LAS CASCADAS
Permiso,
quiero llegar a la Garganta del Diablo
que marcaba Salto Grande.
Voy a estar una tarde como un romance
voy a caminar con un dorado
bajo el río de lluvia fina.
No cuenten,
no cuenten que me escapo
por el costado de las fotos
y que allá hay una chalana
que se escapó del derrumbe.
Permiso,
si llego hasta aquel tiempo
el presente se escapa
como una pandorga que se le rompió la piola.
Permiso,
hay aroma de musgo que cuenta una historia
voy prendido a las gaviotas
siguiendo las caras felices de entonces.
Permiso,
hay alguien con los ojos más allá de los árboles
¿qué mira, qué mira?
El agua es un desierto sepultando los años
¿qué mira, qué mira?
treinta años después no soporto la mirada.
Permiso Salto Grande
permiso a los que salen de los cines,
permiso a las calles con las flechas cambiadas,
estoy en el muelle de un siglo distinto
pero reconozco las caras y digo:
éstos son los hijos, éstos son los hijos.
PUENTE SOBRE EL ARROYO SAN ANTONIO
Como para llegar a las cuevas
y hacer una llanura pensante…
Una baranda de árboles que cuide
los reflejos del río…
Árboles que cuiden de los años…
Con un zumbido de amores
de gritos vivas y saludos.
Desde este presente desde este presente
donde el arroyo San Antonio
tiene pirañas y un pañuelo de aceite
que le cubre y agranda las heridas.
El puente no está
se llevó a sí mismo a otra orilla.
El puente no está
Y desde este lado queremos cruzarlo
COPLA
La luna en la costanera
la calle besando el río;
levanta su verdulera
y canta Aquilino Pío.
El TIEMPO
Para siempre quedamos
con el movimiento lento de las carretas,
en el mediodía bochornoso del verano,
cuando andan niños que venden y piden
y parece que el mundo se terminara en eso.
*
Los ojos como si fueran nuevos
derraman paisajes.
Luz de Salto que se ve desde Concordia
luz sin piedad que marca las arrugas.
*
Luz del niño que duerme debajo de un naranjo
con un ayer apenas
con una mañana blanca,
donde saltan conejos del bordado de la abuela.
*
Luz maraluz maraluna,
cuerpo de mujer envuelta en la mirada.
Luz de Salto en la palangana de la azotea
que no alcanzan los perros ni los pájaros.
Apenas pena la luna.
LÍMITES
El río Uruguay, los arroyos Sauzal y Ceibal, una línea de
naranjos que va corriendo el horizonte son los límites de Salto.
La sombra que dejan los que se fueron
la sombra de los que no volvieron
y la luz mendigando
la sombra piadosa del olvido.
RETORNO A LA CIUDAD
Ya lo viví y ahora
es un simple repaso:
los lamentos y las voces se turnan
llenando los juzgados con matrimonios y condenas,
las calles con árboles mal puestos en las veredas
con casas milagrosamente levantadas sobre otras
y los niños que se parecen a sus padres.
Así,
uno tras otro,
saliendo a tu encuentro con la túnica del tiempo
dejando a su paso una cueva vacía
y la bajada por las calles que van a dar al río
y el retorno que permite
encontrar aquel canto
que espera nuestra voz
DE LOS ORÍGENES
Las letras se ponen verticales
S
A
L
T
O
no hay como el amor
que atrae a las letras
los jazmines que unen con su aroma
consonantes y vocales
S
A
L
T
O
ciudad frente a un río
para darle al hombre
el sonido que se levanta
del agua que cae
ni pájaro ni cielo tan limpios
sólo una rama quieta
que espera la primera
P
I
R
Á
M
I
D
E
que se llama amor de los padres.
Fundieron las letras de sus nombres
y me ataron a la cruces del camposanto.
NUEVA FLORACIÓN
Como si estuviéramos pisando la misma tierra
la abuela el tío el padre siempre lejano
la madre haciendo manteles
las comidas en los manteles
y las ropas de los que comen
Como si estuviéramos pisando la misma
tierra los patriarcas que no logramos sacar de los libros
y los niños que no conocen las arrugas de las flores.
En una esquina todos juntos
mirándonos las caras
con los brazos sin atinar al abrazo
hoy andamos sobre la tierra
los que nos reunimos un momento
en la cabeza.
VIDALITA DEL AGUA
Agua azul y blanca
Vidalitay,
de las dos cascadas:
la de Salto Chico
vidalitay
y la sepultada.
Salto por los ojos
vidalitay
y por la memoria;
son las dos ciudades
vidalitay
de tristeza y gloria.
Salta el agua limpia
vidalitay
llena de reflejos;
el de los amigos
vidalitay
y los que están lejos.
Agua azul y blanca
vidalitay
en cada esquina;
suenan las cascadas
vidalitay
en toda la vida.
SUEÑO ENEL RÍO
Se echaron a andar los muebles
como jangada en Salto Chico,
viene una casa y sus habitantes
vienen las voces subidas a las caras.
El agua acompaña el desfile interminable.
Por el puerto y el Saladero
los jóvenes ven pasar
una ciudad amarrada.
DE LOS RETORNOS
¡Cuántas veces vuelvo
Salto!
siempre trabajoso
es llegar a tus frutillas,
siempre estás arriba del mapa
y metido entre aguas,
Salto.
Siempre vuelvo!
y sos siempre distinto,
los carteles de tus comercios
son un mapa que me pierde.
El Daymán me da la mano
y señala el camino:
Bienvenido es una palabra
con letras de barro.
Allí están los naranjales
allí están las termas
ha cambiado tu cara
pero sos el mismo
Cuántas veces vuelvo,
Salto.
Miro hacia arriba y te encuentro
miro hacia adentro y te encuentro
se oye el agua que golpea
y golpea la piedra.
Es fuga veloz y vuelo
Salto Chico presente,
Santo Grande pasado,
que golpea y golpea la piedra.
LA CANTATA A SALTO
Por JORGE MENONI
Es la poesía a un Salto visto con los ojos del alma, es maravillosa
la mirada de este poeta de un Salto que fue así, con alma, un Salto que yo
viví, y que crucé el puente de tanques de chapa flotante
El puente no está
se llevó a sí mismo a otra orilla.
El puente no está y desde este lado queremos cruzarlo, es
preciosa esta imagen, imagen del ayer “que se llevo a si mismo”
Alejarse 14 000 kilómetros a Holanda o 500 a Montevideo la
buena poesía nos acompaña interminablemente, como dice el poeta Cavafy “
... no hay tierra nueva, amigo, ni mar nuevo, pues la ciudad te seguirá,
por las mismas calles andarás interminablemente...”
Esta hermosa frase la escribió Cavafy por el año 800 y estas poesías hermosas
la escribió Enrique M. Castellanos en los años dosmiles,
el sentimiento es el mismo, como dice la poesía que cito
hay alguien con los ojos más allá de los árboles
¿qué mira, qué mira?
El agua es un desierto sepultando los años
¿qué mira, qué mira?
treinta años después
no soporto la mirada.
Quizá esta poesía reproduce mis 30 años de ausencia y de ciudadano del mundo,
pero en primer lugar, ciudadano de Salto, y ante todo como lo deja claro Castellanos
en el sentimiento, en la sensibilidad, en la delicadeza de sus poesías,
Salto contiene el mundo y el mundo cabe en un grano de arena
Hay ciudades hundidas con sus dioses,
los escudos y las mesas familiares. Entre ellas anda Salto,
gritando que estamos de más
entre las formas del espejo.
Aunque el río no tenga más que barcos de papel
y tus muelles sean un museo
Una poesía clarividente, de ausencia y de presencias, de gestos sensibles, con la verdad pasada que duele pero que se tiene la valentía de volver a congregar los fantasmas frente al espejo y contemplarla de adentro, del borde del alma.
SONES DE CARPINTERO
Enrique M. Castellanos
1
Niño, mirá el regalo que te hace
la mesa de tu abuela:
¡una casa que puede ser un camión!
Llevalas así, bien atadas,
no se las des a papá
para el fuego.
2
Que no se caiga la mesa
que no se mueva la cama,
pero que se desarmen
la silla, la mesa y la cama.
Que pueden cambiar de casa
que pueden cambiar los dueños.
Por el mundo se van solas
la silla, la mesa y la cama.
3
Yo hago puertas, puertas, puertas,
que irán quién sabe adónde.
Paso por el costado de las puertas
no por donde pasarán los dueños.
(Qué destino hacer las puertas
y no pasar por ellas).
Puertas
de un anciano a un niño,
de una cama con abrazos
a un patio sin plantas ni flores.
4
También sé hacer una casa.
¡Qué distinto el cuerpo de las tablas
que se cortan para casas!
Son más orgullosos los postes,
más elegantes las vetas,
más rectas las aristas,
más suaves las caras.
Tiene una voz cordial la madera
cuando se corta para casas.
Yo le paso la mano,
cierro los ojos, y pienso en los habitantes.
5
Los ataúdes son hongos extraños.
Las construcciones de madera permanecen
más que el árbol.
Va derecho a la muerte el ataúd.
SON FINAL
No me cansa nunca la madera,
que es cálida, perfumada, respondona,
y siempre tiene en su alma ganas,
de acompañar lo que yo quiero.
Yo la toco y acomoda el cuerpo,
nos movemos juntos en un vaivén
de laguna tranquila,
los dos sabemos que el hijo
será un castillo magnífico,
alto sobre todas las aguas
aunque le digan banco,
mesa, o estante solitario
de una pared.
MANO A MANO CON SALTO
1
Estás donde dicen los viajeros y los mapas.
Los ómnibus llevan un cartel con tu nombre.
Estás donde te busca el satélite
y te encuentran los perdidos caminantes.
Sólo ve el que ama
y te encuentro yo
que puedo acariciar tu historia
como una calle iluminada,
aquí y allá trozos de sombra
que son años perdidos en la memoria.
Estamos solos Salto,
vos con tus calles que llegan y salen
de mi infancia yo con tus naranjas
en el centro de mi mesa
y de mi casa.
2
Levanto mis sueños
para llevarlos a tierra de cosecha,
llevan tus semillas, Salto.
Desempaño mis ojos para ver a través de las cascadas,
llevan tus paisajes,
y nadie me sacará las semillas
y nadie me borrará los paisajes.
Ningún sueño rodando entre las piedras,
ninguna máquina,
solos vos y yo,
como entonces.
Los sueños al lado de los naranjos y las frutillas,
los ojos mirando aquel Salto anterior,
cuando una pareja se sentó en las barrancas
a mirar en el río desangrarse el sol.
BALADA
Queda lejos el hombre triste,
por más boletos de ómnibus
él queda en la otra parada
adonde no llega el ómnibus.
Atrás de árboles quemados
y junto a los platos vacíos de una mesa.
No le llega mi canción.
El hombre triste tiene ojos de ciego
y atrás de ellos se esconde
y se va más allá de los ómnibus
adonde no llega la palabra,
sólo el dolor humano.
SON ALUCINADO
Los ríos bajan de los árboles
y tienen el color del cielo.
La historia de la madera
es abrazar río y cielo.
Por eso en las orillas,
de los ríos,
sentado en las raíces
de los ceibos
siento que llevo en el pecho
madera, agua y cielo.
ARMONÍA DEL CUERPO
Que no es bueno que se mezclen
tablas de roble y de pino,
el roble tiene su casa
llena de años hasta el borde.
El taller está ordenado,
respetando como un mapa
que hubiera en todo el piso,
que no es bueno que se mezclen
las escrituras antiguas
con las modernas y blancas.
Ni en un banco de niño
se pueden sentar juntas
las maderas de tierras lejanas:
una cosa es el sabor a mar
y otra el canto de los ríos
en las raíces de los ceibos.
LOS REGRESOS
Si yo me hubiera traído algo de aquella alegría que desbordaba, un puñado de aquellos compañeros que parece que brotaban.
Traer la alegría para mirarla de nuevo, sin ignorancia
Desando el camino cuando voy a Salto y los años son los postes de la luz que van solitarios.
SONES DE PESCADOR
1
Estoy como un dibujo
con colores nuevos
cuando salgo del río
con el barro en los tobillos.
Me siento de piedra,
de carne y de madera,
me siento en mi casa
cuando el barro se seca
2
Era pescador de río
de tirar el aparejo
y sentarme en los sauces.
Era de bagres y de bogas,
de mojarras y tarariras,
de agua que pasa.
Soy todavía aquel que acariciaba
con el alma
las mejillas del agua.
Enrique M. Castellanos
Fechado en Montevideo, en 1915.
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