Poesía

Silvia Tocco

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La madre de Camus

 

a crin húmeda

olía el colchón

donde alumbró

una vida de silencio

guardó

a su hombre muerto

en campo de batalla

esquirlas de obús

postales enviadas

desde el frente

no conocía de historia

Francia había sido

una palabra

al otro lado

del mar

 

era de la raza de las inocentes

las que lavan la ropa sucia de los otros

las que limpian los suelos de rodillas

las que planchan el único pantalón del hijo

y encuentran en el bolsillo agujereado

la moneda para el fútbol

del día siguiente

no piden promesas de amor

ni salvan el mundo

 

callada hilandera

teje por la noche

la mañana

 

 

Sicilia, 1996

 

 

había jazmín

en la isla

la canzonetta

entraba

por las hendijas

de la ventana

 

había

un padre

 

dejaba de ser

un soldado ciego

en la primera línea de fuego

 

 

Afuera

 

 

heredé su amor por el viaje

salir de la casa

dejando la ración caliente

y el miedo

en la cara de los hijos

heredé la desesperación

nunca saber en cama de qué extraño

olvidar el cuerpo

y otras pertenencias

vivir

más afuera

que el afuera, mentir en otra lengua

amar en francés

o desnudarse en árabe

porque allí el sol es mujer

 

escribir el nombre

donde el mar vacila

esperar

la disolución de cada letra

 

 

Instrucciones para el momento de llorar

 

el juego es así:

inclinada la cabeza

hacia mis manos

una

a una

caen

en el hueco

esperamos

la última

(siempre hay una última)

y corremos a la orilla

las dejamos ahí

libres

crías salvajes

el mar acuna

lo que el cuerpo perdió

 

 

Mutación

 

tanto levantar piedras

por mirar debajo

en la tierra braceo

sin apremio de aire

me picotean los pájaros

las ranas me devoran

pero en la mañana

cavo profundidades

bajo la ligera planta

de un pie

para presentir la luz

 

 

 

Campo de refugiados

 

este es el desierto más triste

de todos los desiertos, lejos del mar

Lalia, niña saharahui

 

nacieron en el borde

y los granos de sol

habían sido ya repartidos

las madres los ocultan

bajo sus túnicas marchitas

si acaso por la noche

la tormenta de arena

los arrojara a las fosas

antes de tiempo

son miles

a nadie sorprende

que sean miles

ojos inertes de mirar

donde no alcanzan

 

¿a qué casa volver

si nada regresa?

 

¿cuándo empieza el mar?

 

 

Sirocco

 

hay cifras talladas en el cuerpo

desde siglos

tu cifra es la furia que el desierto

desata

viento seco caliente

te arrastra fuera de vos

a mísero baño de estación

contra la pared te refregás

perra en celo

no sabés con quién

ni te importa

de rodillas lamés a tu dios

lo tragás a fondo

hasta donde no hay

ni vos ni él

 

sumergida en el sagrado veneno

de un hombre

regresás a casa

 

 

Las mujeres de la generación de mi madre

 

 

las mujeres de la generación de mi madre

cantaban boleros en el jardín

a la hora de la siesta,

se teñían de rojo el pelo

porque amaban a Rita Hayworth,

deseaban al hombre de su prójimo

a escondidas del cura

que bendijo su matrimonio,

erguidas en sus tacos

besaron el mar

en los ojos de Clark Gable,

destiñeron con sudor

el traje de alpaca

del bailarín con aire de actor

el último sábado de carnaval

y volvieron a casa

pasadas las doce

con un pie descalzo

húmedas de amor,

tejieron a dos agujas

el tapadito rosa

de la primera hija,

remendaron a pedal

el desconsuelo

mientras ellos perdían la voz

en el gol del ascenso

 

quisieron ser reinas

y arrojaron cetro y corona

a las brasas

donde ardía

la ración

para el hambre de los suyos

 

quisieron ser

y para no gritar

acunaron al ritmo de foxtro

t el aguijón de veneno

en la boca del estómago

guardaron

bajo siete llaves

en siete ataúdes

el sueño de conocer París

el anillo de compromiso

los primeros dientitos del varón

 

en cinta de raso bebé

la pelusita de la recién nacida

 

en tiempos de falsa bonanza

nosotras

escribimos poemas

tuvimos amantes

fuimos realistas

y pedimos lo imposible

 

un día

llegamos a París

y tiramos las cenizas en el Sena

para cumplir

su última voluntad

 

 

 

Visita al zoo

 

quisiste ver el crimen

ver de cerca

cómo en un salto

el mono tragó

un pájaro preso en su jaula

 

tan fácil es matar lo pequeño

lo que tiene alas

y no sabe aún

el secreto del vuelo

basta un leve golpe de viento

para cortar el hilo

que sujeta de una nube

la vida mínima

 

¿era inocencia

andar hurgando las lombrices

bajo la húmeda piedra

de laja mientras la verdad

salvaje

afilaba sus zarpas

en el cuarto de los niños?

 

quisiste ver el crimen

por primera vez

era a otro

a quien mataban

 

 

Manual de supervivencia

 

 

tu madre era de mármol

la mía de arena

las dos se desintegraron

frente a nuestros ojos

aquella noche

en el desierto

cuando hicimos fuego

y contamos las últimas reservas

a saber:

el poema de la lagartija

oculta entre los médanos

cinco piedras

unas gotas de lluvia

en el hueco de tu mano

sin olvidar el único refugio

la belleza de perder

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Silvia Tocco
Buenos Aires, 195). Doctora en Medicina, psicoanalista y especialista en psiquiatría infantil. Ha trabajado en talleres de escritura con niños con problemas emocionales.
Ha publicado Después de la tormenta (Editorial Libros de Alejandría. Argentina, 2000,La cercanía del mar, Ediciones El Mono Armado. Argentina 2009). Segundo Premio en el Concurso Nacional de Poesía Centenario del nacimiento del poeta José Pedroni. Mención de honor en la IX Bienal Internacional de Poesía Breve (Valparaíso, Chile, 1999); finalista del Concurso Internacional Letras de Oro (Argentina, 2002).

I n d i c e