BORGES INQUISIDOR

Robert Lemm

 

En su novela “El Nombre de la rosa “ (1980), Umberto Eco pone en escena un personaje que responde al nombre de Jorge de Burgos. Se trata de un viejo monje benedictino, ciego, que corriendo la Edad Media, está a cargo de la biblioteca de un monasterio. Dentro de esta comunidad religiosa se han cometido varios asesinatos que serán investigados por Guillaume de Baskerville, un franciscano progresista. Burgos, que encarna una tradición inmutable, considera su deber proteger a sus hermanos contra los libros que él considera peligrosos. Y, entre ellos, sobre todo, un tomo de la Poética de Aristóteles que habla del humor, es decir de la comedia. Burgos ve en la risa una característica de los monos, y por lo tanto como algo que no es lo propio del hombre serio. Argumenta que Jesús nunca se ríe. Fiel a esta convicción el benedictino esconde el ejemplar de la Poética en el dédalo de la biblioteca y derrama sobre sus páginas una tinta envenenada. Así quien pose sus manos sobre las hojas del libro, morirá. Baskerville descubre que Burgos es el culpable de los asesinatos y éste, al quedar al descubierto, prende fuego a la biblioteca.

Jorge de Burgos no es otro que Jorge Luis Borges (1899 – 1986). Anciano y ciego, Borges es el director de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. Poeta, ensayista, cuentista es autor de dos libros que llevan el título de “Inquisiciones”y “Otras Inquisiciones” En “El Nombre de la rosa “ el “inquisidor benedictino” es, a los ojos de Eco, un adversario de la novela, género burgués por excelencia , y que muestra el mundo en detalle. Por lo tanto es un adversario de ciertos estereotipos, como son la exploración del mundo psíquico de un personaje (psicoanálisis) o el culto, por decirlo así, religioso, de la sexualidad. En Borges el destino de los protagonistas se concentra en cinco páginas, como mucho. La concisión como virtud. Nos encontramos ante un estilo que está en las antípodas de un libro denso como “El Nombre de la rosa “ y de muchas otras proezas narrativas que tanto gustan a nuestros contemporáneos. Podríamos resumir diciendo que para Borges el realismo contamina todo.

Políticamente, Borges es un oponente del régimen parlamentario. En la novela de Eco, Baskerville, su alter ego, ve en Borges un aguafiestas de la Modernidad. ¿Cómo explicar (sugiere el italiano) la estima que Borges goza de parte de escritores e intelectuales cuya fe en los axiomas de la igualdad, los derechos humanos y el progreso no es puesta en duda por el arte moderno? En 1976 Borges acepta una condecoración del dictador chileno Augusto Pinochet, y no obstante ésto, numerosos admiradores sostienen que hay que disociar esa distinción de la obra. De todas maneras el dictador incriminado volvió imposible que a Borges se le otorgara el premio Nobel.

Borges condena la democracia que para él es sinónimo de “lotería de las urnas” y “desesperación ante la ausencia de héroes que nos guíen”, por todo lo cual habría que darle la razón a Eco en contra del reconocimiento que el autor de “El Aleph” goza entre los entendidos. Quien recorra la obra del argentino no puede no notar que se trata de un adversario de la Modernidad. Borges rechaza primero los movimientos de avant-garde de su tiempo, para ignorarlos después. A los novelistas canonizados que rechazan los límites de la novela, como Joyce y Proust, los refuta en pocas líneas para luego relegarlos tras creadores más convencionales como Kipling, Stevenson, Chesterton, Schwob, Bloy. En cuanto a la poesía en idioma español, respeta la concepción clásica de Miguel de Unamuno, y se desentiende del ícono surrealista Federico García Lorca.

Sus admiradores subrayan la ironía, el sentido oculto, la herejía de su frase, señalando que no conviene tomar al pie de la letra todo lo que dice. Borges buscaría desconcertar al lector, haciendo de la literatura un juego. Y por estos rasgos de su obra, considerada como rebosante de espíritu postmoderno, se distinguiría. Sin embargo, si uno se atiene a las numerosas entrevistas, hay que constatar que a Borges le sorprende esa estima que le otorgan los modernos. ¿Falsa modestia? No lo creo. Lo que Borges da a entender es que esa gente no lo entiende, o lo entiende mal. Por eso está constantemente a la busca de su antagonista, de aquel que lo desenmascare. ¿Será éste Umberto Eco? Al ridiculizar al célebre argentino bajo la figura de un inquisidor de la Edad Media, el pesquisidor italiano da esa impresión. Pero, ¿no ha dicho que su libro es un homenaje a Borges? De los dos, el que más parece jugar es Eco, y no Borges. La ausencia de la risa es lo que Eco usa para denunciar la antimodernidad en Borges y esto tiene un efecto boomerang. Porque el arte en donde la risa triunfa es el cabaret, el pastiche. El escritor holandés Frederik van Eeden (1860-1932 ), que también vio el Premio Nobel pasarle por encima, escribe en su Diario : “El humor y la burla no les sientan bien a los espíritus superiores; Shelley no era bromista, Byron sí”. En su “Vida de Don Quijote y Sancho Panza”, Miguel de Unamuno, también olvidado por la Academia sueca, y único escritor del siglo XX que Borges estimaba digno de tener continuadores, llama sin rodeos “trágico”al héroe de Cervantes. Quien se ríe del asalto a los molinos de viento se equivoca. En consecuencia, la crítica de Eco se revela irreflexiva, aunque en parte tiene razón. La admiración de la que Borges goza, suscita algunas preguntas. En realidad él es un inquisidor, pero no en nombre de la Iglesia, sino en nombre del canon clásico y contra la Cultura.

Hay que leer sobre este tema su cuento más largo “El Congreso”. Allí se procede a un autodafé de libros por lo que la mayoría contiene de irreal y superfluo. En cuanto a la Cultura como sucedáneo de la Religión, Borges dice que aquella es mucho más preocupante. Abolir a Dios siguiendo a Nietzsche es desembocar en la superstición del Eterno Retorno, de la Naturaleza, de la Vida. O en la represión: “El mundo es un conjunto extremadamente extraño de fenómenos sorprendentes, pero yo nunca he sentido la necesidad de colocar arriba de todo un creador. En realidad la pregunta por saber porqué existimos, o porqué no existimos, no tiene sentido. No se sabría qué responder.” Esta es la conclusión a la que llega el escritor holandés J. Bernlef ( 1937-2012 ), y con él, la mayor parte de los autores que gustan en nuestros días. Al contrario, lo que caracteriza al argentino, es que él no ha cesado nunca en la búsqueda, o mejor dicho, no renunció jamás a la metafísica.

En “Los teólogos”, un cuento que se puede tomar como un ensayo, la herejía –si es que hay herejía– consiste en que Borges hace depender del más fuerte, el triunfo de antaño de la ortodoxia. El castigo del herético de hoy es descubrir que sus convicciones heterodoxas –Judas corredentor– le hacen merecedor, no de la excomunión ni de la hoguera, sino del silencio total. Las cuestiones referidas a la Fé no les interesan más a los intelectuales, lo que, según Borges, es un error. No es menos provocador el juicio que emite sobre la filosofía consagrada. A Heidegger por ejemplo lo liquida a causa del hermetismo de su lenguaje y su nazismo; a Jaspers le reprocha fingir desesperación por pura vanidad.

La filosofía en general no se preocupa mucho de las clasificaciones y los compartimentos que establecen las universidades y las bibliotecas. ¿Se cree realmente que Franz Kafka u Oscar Wilde tenían miradas menos profundas que Kant o los autores que nos imponen las escuelas de pensamiento? Al final de su vida, el bibliotecario ciego de Buenos Aires terminará por preferir Dante a Shakespeare. Dante no te abandona a tu suerte. En el “Paraíso”se distinguen en el Aguila los rostros de los santos. Algo diferente al Simurgh persa, el pájaro mitológico en el que desaparecen los peregrinos que lo buscaban. La pérdida de la identidad individual caracteriza al Oriente. Borges escribió un estudio sobre el budismo, no sin reconocer que el occidental en él no podía hacerse budista. Todos los días Borges rezaba el Padre Nuestro en gótico.

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Robert Lemm

Robert Lemm es un ensayista e hispanista holandés. Además de numerosos ensayos sobre escritores de idioma español, se le debe una biografía de Borges ( traducida al español con el título de “Borges como filósofo” ); una “Historia de los jesuitas”; una “Historia de España”; una “Historia de la Inquisición española”. Otros ensayos sobre Léon Bloy, Juan Pablo II, Benedicto XVI, así como dos obras sobre “La Señora de Todos los Pueblos” y las apariciones mariales de Amsterdam. También ha realizado una importante obra de traductor: Octavio Paz; Pablo Neruda; Alejo Carpentier; Jorge Luis Borges; Luis de León; san Juan de la Cruz; Miguel de Unamuno; Leopoldo Marechal; Juan Donoso Cortés; Nicolás Gómez Dávila. Otros autores traducidos por él son: Joseph de Maistre, Léon Bloy, Giovanni Papini y René Girard.