Cuentos

Fernando Silva



El muro

Cuando Pedro llegó a la casa después de muchos años, sintió una sensación extraña. Barreras invisibles le cortaban el paso. Era consciente de que sus necesidades espirituales nunca habían sido bien comprendidas.
Como sonámbulo caminó hacia la puerta principal. Esta se abrió sin que llegase a tocarla. De pronto se vio recorriéndola. Todo estaba igual que antes.
Cuando llegó a la reja que separa el jardín del resto de la casa, una mujer de muchos años lo miraba como pidiéndole que la ayudara. Junto a ella un perro que tenía una pequeña pelota en su boca lo invitaba a jugar. Sin temor se acercó.
-Pedro, te estaba esperando.
Bajo la atenta mirada de la anciana se pone a jugar con el perro. Corría la pelota y se la traía. Se la dejaba am sus pies para que se la arrojara nuevamente. Esto lo retrotrajo a otra época.
La anciana se le acerca y lo toma del brazo.
-¿Me ayudas a bajar al jardín?
Así  lo hizo mientras el perro saltaba a su alrededor con gran alegría, sin soltar su juguete.
-Pedro, ¿Sabés que quiero? ¿Viste dónde está la araucaria? Necesito que me hagas una pileta.
La anciana lo miraba mientras comenzó el trabajo tantas veces repetido. Tomó un cordel, ató un extremo al tronco y trazó un círculo en el suelo. Luego cavó una pequeña zanja la que rellenó con piedras que fue trayendo. El sol estaba como empantanado y la tarde se hacía larga
Culminada esta parte del trabajo, la anciana le pidió que la rellenara de tierra. En una carretilla acarreó toda la que necesitaba.
Ella comenzó a mover sus manos y semillas brillantes como pequeñas gotas de agua comenzaron a caer sobre la tierra desapareciendo en su interior.
De pronto se hizo de noche. Sin saber cómo, amaneció en el dormitorio, acostado en una cama de bronce. Sus recuerdos comenzaron a fluir. Algunos le dejaban un sabor amargo, otros eran un bálsamo para el corazón.
Recordó lo sucedido el día anterior y rápidamente salió al jardín. Había muchas preguntas que necesitaban respuestas.
Pedro se encontró solo. Todo estaba florecido. Un aroma bondadosa llenó su espíritu.
Entonces…tuvo las respuestas a sus preguntas.
El muro había sido derribado.


Las Tablitas

Hernán sabía que a su edad no podía cruzar el jardín que separaba su casa de la de su abuela.

Tía y abuela eran las únicas sobrevivientes de una familia bastante numerosa, pero el apego con una de ellas, Ercilia, hacía todo lo posible por verla, aunque ello significase escaparse.

Para una mente infantil, los inmensos ambientes de esa casa, daban miedo, por eso, con pasitos rápidos llegaba al dormitorio de su tía, entraba sin golpear. Como de costumbre, ella se hallaba recostada en su cama de hierro. Un ropero con espejo y un cajón abajo, una cómoda y una silla antigua, completaban su mobiliario. Una Virgen del Carmen. vestida con ropa de tela llamaba la atención del niño, especialmente porque siempre se hallaba iluminada por una vela. Hernán no entendía mucho esta costumbre, sus preocupaciones se hallaban en otro lado.

-¿Qué estás haciendo aquí, otra vez andás escapado?

En su ininteligible lenguaje el pequeño le contesta:
-Tía, las tablitas.

Ella se levanta de la cama y caminando con dificultad llega hasta el rincón formado entre la pared y el costado del ropero, levanta una caja, para Hernán muy grande y se la coloca delante de él.

Comienza el juego: ahora es un auto, luego un ómnibus de los tantos que veía pasar frente a su casa. Cuando se detenía en la esquina, el guarda subía al techo por una escalerilla ubicada en la parte trasera, buscaba entre los bultos el del pasajero que allí bajaba, se lo alcanzaba, luego descendía y el vehículo continuaba su recorrido. En su juego hacía lo mismo, un trozo de madera era el ómnibus, encima varias pequeñas maderitas formaban la carga la que era desparramada por todo el piso. Al rato lo abandonaba y regresaba a su casa.

Pasaron los años … ya un hombre, esos recuerdos fluyen en su memoria. Se imagina a su tía vieja, con su renguera y dolores de piernas, ordenar el desparramo de tablitas y volver la caja a su lugar a la espera de un nuevo juego.

La tía ya no está. Quizás algún día, el hombre niño llegue a la puerta de su dormitorio, entre sin golpear. La tía vieja recostada en su cama de hierro, rodeada de los mismos muebles le pregunte
–Qué andás haciendo?
–Tía, las tablitas.

Comenzará el juego sacando de una gran caja…estrellas.


 Mauricio

El señor Mauricio odiaba la mañana. Se despertaba temprano y antes de levantarse pensaba cómo iba a ser su día, su maldito día. Para colmo tenía que enfrentarse con ese compañero de pieza que estaba peor que él.

-¡Oye, desgraciado! ¿Por qué me mirás con esa cara? El único que puede estar de mal humor acá soy yo, así que lamentablemente tenés que irte.

Pero el individuo no se movía. Le hacía morisquetas, lo miraba con esos ojos de águila que parecía que iba a atravesarlo.

Mauricio le hacía ademanes con los puños crispados.´El, que estaba acostumbrado a ser Dios y decidir sobre la vida de los demás; él que ordenaba a sus súbditos lo que debían hacer cuando salían con sus metralletas a la calle, él…no podía con su compañero de pieza.

No lo soportó más y dando un tremendo portazo se fue.

La habitación quedó en silencio. La vieja cómoda continuó como siempre observando su figura en el gran espejo que tenía en frente.


El sustituto

La foto del niño con su túnica escolar se encontraba junto a otros tesoros encima de la mesita cercana a la estufa, que en los gélidos días de invierno daba calor a la casa. Se la habían tomado a  la salida de la escuela rural a la que asistía, pocos  días antes de que ocurriera la tragedia.

Todo transcurría normalmente. La primavera comenzaba a comandar el ambiente luego de un invierno con muchas heladas. Tonito montó su petiso y luego de la despedida de rigor partió a la escuela. Apenas tres kilómetros la separaba de su casa. De mañana las materias normales, almuerzo al mediodía junto a sus compañeros y de tarde trabajos en la huerta  escolar. La alegría de los niños cuando veían crecer los almácigos cultivados por sus propias manos, era manifiesta.

A la salida, luego de despedirse de la maestra, partió de regreso en su petiso. Nadie imaginó que la crucera asustaría al animal. Al corcovear, el niño cayó hacia atrás golpeando su cabeza contra una de las tantas piedras sueltas, lo que le ocasionó la muerte. Desde la escuela observaron la escena y corrieron hacia el lugar, pero ya no había nada que hacer. El petiso, en su loca carrera, llegó solo a la casa por lo que los padres de Tonito, presumiendo que algo grave había ocurrido, salieron hacia la escuela. No tuvieron que andar mucho. Un grupo de gente rodeaba el pequeño cuerpo. La desesperación ganó sus corazones. El vacío dejado por Tonito iba  a ser muy difícil de llenar.

Gregorio, el hijo de unos vecinos trataba de auxiliarlos. Se daba cuenta de que una niebla iba ocupando la casa.

-Tú vienes a ayudarnos en las tareas de la chacra, pero nosotros no estamos en condiciones de pagarte.

-Yo no pretendo recibir un pago, simplemente me da gusto poder colaborar. ¿Ya tienen prontas las tomateras para el invierno?

-No. Aún no. En realidad vamos muy lentos.

-Mañana vendré temprano y haremos el trabajo juntos.

Les llamaba la atención, que un niño algo mayor que Tonito, se desempeñara tan bien en las tareas  de la chacra.

Temprano, un carro cargado con varios mazos de paja llegó a la portera, descargó y se fue. Cuando Gregorio llegó comenzó a cortar la paja y a armar las esterillas, que luego cubrirían las plantaciones por encima de armazones de alambre. Se presagiaba un  buen año en todo lo que tenía que ver con la granja. Una atmósfera de paz cubría el ambiente.

Josefina quedó embarazada. A la entrada de la primavera se produjo el parto. Un varón, Santiago iluminó la vida de sus padres.

Luego de una jornada de trabajo, Luis Eduardo llegó a la casa preguntando por Gregorio a quien no había visto en todo el día. Lo buscaron incluso en el dormitorio que utilizaba para descansar entre jornada y jornada. Fue en ese momento que, junto al retrato de Tonito, observaron un sobre. Lo abrieron y en letra manuscrita muy prolija leyeron:

“Es bueno saber que siempre hay alguien que nos cuida a pesar de los avatares que el destino nos tiene preparado. No vivan con el pasado a cuestas pues no se lo puede cambiar. El presente lleva de la mano al futuro y va a depender de ustedes el buen camino por el que puedan  guiarlo, para que no sea tan incierto. Los he querido con el corazón y ahora podrán seguir solos. No olviden que una vez compartí sus vidas. Gregorio”

Fueron enseguida a la chacra de sus vecinos y preguntaron por su hijo. Cuando éste vino, vieron que no era el mismo chico que los había acompañado durante todo ese tiempo.

Regresaron a su casa. El sobre seguía encima de la mesita, donde ellos lo habían dejado y los ojos de Tonito radiaban de felicidad.


(Cuento premiado por las autoridades de AUDE (ASOCIACIÓN URUGUAYA DE ESCRITORES).Mención especial obtenida en el Concurso de Relatos Cortos con su cuento "El sustituto")


Fernando Silva

Nació en Salto, Uruguay, estudió en el Colegio Sagrada Familia y en el IPOLL (Instituto Politécnico Osimani y Llerena. Concursó y obtuvo su puesto en el BROU (Bco. de la Rpca. Oriental del Uruguay) donde realizó su carrera de la que se jubiló hace unos años.

Hijo de Profesores y perteneciente a una familia de referentes culturales salteños, tuvo trato frecuente con Enrique Amorim, Leandro y Adolfo Silva Delgado, Esther Haedo de Amorim y naturalmente, con su madre Berta Silva Delgado de Silva, quien reunía en su casa del Balneario Las Flores a prestigiosos artistas e intelectuales como el pintor Carmelo de Arzadun, el musicólogo Casto Canel y su esposa Queta Espínola, hermana del gran Paco quien supo concurrir a alguna tertulia, José Pedro Díaz, Amanda Berenguer, Jesualdo Sosa entre otros, lo que le permitió desde su infancia beber en las fuentes de estos creadores. Ha realizado y actualmente concurre a los Talleres que imparte el multipremiado escritor uruguayo Rafael Courtoise.

Ha publicado “Los Pasos y sus Ecos (cuentos, 2013) Integra las Antologías: Letras Americanas, Volumen II  (2013) y  Letras Americanas Volumen III (2014)

Participó desde el 2009 a la fecha, en los Encuentros Internacionales de las Dos Orillas, evento anual que se realiza en Punta del Este y en el 1er., 2do. y 3er. Congreso de Literatura que se realizan  junto al Encuentro. Ha sido integrante de varias Mesas de Lectura en ésos y otros eventos como los Programas de Verano “Soltando Amarras” en Punta del Este y en la Feria del Libro de Maldonado donde presentara su libro.

Su cuento: “El sustituto” obtuvo la Primera Mención en el Concurso de Relatos cortos de AUDE (Asociación Uruguaya de Escritores) diciembre, 2014.