Julio Cortázar (* 26.8.1914)

Holanda en las cartas de Cortázar

Ricardo Bada


Unas 60 veces aparecen mencionados Holanda, el idioma holandés y/o los holandeses en la correspondencia de Julio Cortázar, y con la siguiente selección pretendo aproximarnos al tema poniendo un par de buenos ejemplos.

El primero de ellos, y el primero de todos, se encuentra en una carta del 10.4.40, cuando desde Chivilcoy, en la provincia de Buenos Aires, les escribe a dos amigas, Lucianne Chavance de Duprat y su hija Marcela Duprat, que fue compañera suya en el Instituto de Bolívar, de la misma provincia: «¿Han leído ustedes la Introduction à la peinture hollandaise, de Paul Claudel? Es un librito delicioso, verdadero paseo por un aire de tulipanes y lejanos molinos, con las sombras augustas de Hals, de Rembrandt, de los Van Eyck...» Luego, el 31.7., sólo a Lucianne: «Hoy debo contestarle. Y no crea que me falta el clima adecuado. Es un día gris, hace frío: escenario de pintores holandeses. Luz fría, pero cordial». Y también como las anteriores desde Chivilcoy, el 16.8. del mismo año, sólo a Marcela: «Quisiera poder asomarme a su ya respetable colección de pinturas. Descuento que debe ser muy interesante. ¿No tiene reproducciones de Hyeronimus Bosch, ese holandés que vivió en la última mitad del siglo XV? Místico, profeta –ahora, además, le llamaríamos “surrealista”– y gran pintor del Infierno sobre la Tierra. En alguna carta, hágame saber su opinión sobre ese artista».

Desde Perolandia [léase Buenos Aires], el 7.1.45, le dice en broma a su amigo Sergio Sergi, en Mendoza: «A usted lo odio en una forma particular; odio sus corbatas, su goulash, su grabado del Cortejo, el lado derecho de su cara, su caminar de contramaestre holandés en retiro».

El 21.4.52, desde Londres, después de visitar la National Gallery, le escribe en una larguísima carta a su mejor amigo de aquellos días, el pintor y escritor Eduardo Jonquières, en Buenos Aires: «De los flamencos podría hacerte una larguísima lista. Hay Dirk Bouts y Memlings perfectos... y 16 Rembrandts colgados uno al lado del otro, que te dejan sin habla». Y al mismo amigo, el 15.1.54, viajando por Italia, en otra larguísima carta: «Roma es una ciudad de locos. ¡HAY UNA INCREÍBLE EXPOSICIÓN de holandeses! Está esa inconcebible barbaridad que es el Atelier de Vermeer, y 4 autorretratos de Rembrandt, más 4 retratos de su hijo!!! Y Hals, Ruysdael, y toda la crema pegajosa de los naturamortalistas con limones cortados y vasos donde tiembla el vino –pero que siempre asombra un poco». Meses más tarde, el 27.11. de ese año, le comenta desde París a propósito de las dos exposiciones que está preparando en Europa: «Tu exposición en París me parece estupenda, y no lamento demasiado perderla pues podré ver todo en tu casa, con mucho tiempo y mucho diálogo. También me gusta lo de Holanda, porque allí hay cantidad de cronopios concretos y abstractos, sin contar a la gloriosa reina Juliana que es una gorda simpática».

Desde París, el 8.10.56, también a Eduardo Jonquières: «A fin de activar las pantorrillas, Aurora y yo nos dedicamos el mes pasado a recorrer Bélgica y Holanda, donde nos fue muy bien. [...] En cuanto a Holanda, los molinos estaban en su sitio, al igual que las vacas, los desvaídos paisajes que se parecerían mucho a la pampa si la Argentina cultivara tulipanes, y numerosos holandeses se escalonaban en todas partes para darnos muestras de su increíble idioma, que se parece extraordinariamente a un cerdo cuando huele bellotas y lo da a entender. En Rotterdam tuvimos el infernal recuerdo de la guerra, pues a pesar de la reconstrucción todo está todavía por el suelo (metafóricamente, pues en Holanda no hay ni siquiera un pastito donde no deba estar; la manía de la limpieza es repugnante, creo que es por contraposición...) El puerto de Rotterdam es sensacional; durante una hora (viaje en lancha) no ves más que un bosque de grúas, como marcianos recién caídos del cielo que mueven torpemente sus cabezotas para todos lados. La Haya es muy linda, Delft es una pequeña Brujas, Haarlem vale la visita, pero finalmente lo más hermoso es Amsterdam, por lo cual nos plantamos ahí 9 días y bien contentos estamos de haberlo hecho. Los museos son un prodigio, y la gran exposición Rembrandt es muy superior a lo que yo me había imaginado. Además –esto te va a hacer suspirar, Doc– había una exposición con doscientas telas de Van Gogh. (Y de yapa el Guernica presentado como nunca lo vi en París, en una inmensa sala especialmente preparada, pues además de la obra estaban todos los bocetos preliminares del monstruo malagueño. ¿Me imaginás ahí? Uno cree que sueña, va de cuadro en cuadro, de asombro en asombro... Europa me va a matar pero va a ser como la muerte de Manolete. Qué me importa que al final me meta un cuerno por la panza si yo he podido clavarle el estoque hasta la cruz».

[Es curiosa la alusión, nueve años después, a la muerte de Manolete en Linares, matando al miura que lo mató. Pero en el párrafo siguiente Cortázar añade, y quizás ello la explique: «Hablando de toros, en España nos convertimos en fanáticos del toreo». Y no es la única vez que habla de Manolete. El 18.11.66 le cuenta a su editor Francico Porrúa que «Cuando el agregado cultural argentino te suplica que aceptes una recepción con motivo de la aparición de Rayuela en francés, y vos le decís muy amablemente que se vaya a lustrar zapatos a Resistencia, hay en ese acto una especie de revancha contra tanto rastacuerismo y tanta idolatría al divino botón. [...] Se precipitan tan inconteniblemente que yo, canchero como Manolete, les hago unas verónicas que no quieras saber». Y el 6.1.82 felicita el año nuevo a su amigo Harry Marcus con una postal que muestra a Manolete con el capote de paseo, y Cortázar le dice que se trata de «un gran artista del ruedo»].

Y volviendo a Holanda, el 10.10.56, dos días después de la carta anterior, le escribe al mismo corresponsal: «Amsterdam es una ciudad simpática y con eso que llaman personalidad. Decidimos plantarnos en ella ocho días, nos instalamos en un hotelito a orilla de uno de los canales (el Prinzengracht) y después de hacer los debidos honores a la cocina indochina y javanesa, nos lanzamos a los increíbles museos donde se exponían los Rembrandt (ya las pinturas las habíamos visto en Rotterdam) y los Van Gogh. [...] En el Stedelijk Museum, la parte de los contemporáneos es excelente, sobre todo en escultura. Vimos muchos Mondrian –que ya no es tan contemporáneo– y cantidad de abstractos de todas partes. Hacía calor, estábamos contentos, la ciudad era simpática; el viaje acabó, pues, como las pocas buenas cosas de la vida». Aurora Bernárdez, su esposa, que le acompaña en ese viaje, añade la siguiente posdata: «Desde lo alto (1,55 a la sombra) de mi poliglotismo, hago constar que es Prinsengracht, con s».

El 16.7.66, asimismo a Eduardo Jonquiéres, hablándole de Lichtenberg, le cita este aforismo del alemán: «Un asno da la impresión de un caballo traducido al holandés».

Son tres las cartas a Francisco Porrúa, el editor de Rayuela, donde sale a relucir Holanda:

El 17.4.67, desde París, con motivo del anuncio de la traducción de Historias de cronopios y de famas: «Me parece genial, jamás me imaginé a los cronopios en holandés, con esas palabras como maaschapiij [sic*] y otras parecidas. Habrá que leerlos en voz alta, créeme». También desde París, el 22.5. del mismo año: «Carmen Balcells, of course de Barcelona y agente literaria como no dudo sabés, me dice que el editor J. M. Meulenhoff Uitgeverig [sic**], Rokin 44, Amsterdam (Att. Sr. D. W. Bloemena) pide ejemplares de lectura de todos mis libros con vistas a una opción en lengua holandesa. Le contesto a Carmencita (la imagino gorda y bigotuda) que ustedes se ocuparán de ese asunto. Che, ese editor ¿no será el mismo que hizo la locura de comprar los cronopios?» Y finalmente desde Nueva Delhi, con fecha 23.2.68: «Ah, qué bueno que los holandeses meritorios se quedaron con los otros libros, o por lo menos con la posibilidad de editarlos. ¿Viste su edición de los cronopios? A mí me pareció muy bonita, y les tengo simpatía».

A Mario Vargas Llosa, desde su retiro provenzal de Saignon, le habla el 3.7.67 de Blow Up, la película de Antonioni basada en su cuento “Las babas del diablo”: «Vi el film en Amsterdam, volví a verlo en París, y me dejó las dos veces bastante frío. [...] Te diré que sólo me reconocí en un brevísimo instante, que me conmovió mucho: cuando el fotógrafo vuelve al parque y descubre que el cadáver ha desaparecido, la cámara enfoca el cielo y las ramas de un árbol que el viento agita. Ahí, en esa toma que dura apenas dos segundos, sentí que había algo mío. El resto, quizá por suerte, es íntegramente de Antonioni».

A Gregory Rabassa, su traductor estadounidense, el 15.8.67: «Hace un mes, en Amsterdam, vi un maravilloso gorila, el primero que veía en mi vida. Nunca me olvidaré el tranquilo desprecio con que nos miraba, bostezando cada treinta segundos». Y al mismo, desde París 7.1.70: «Feliz, muy feliz año nuevo para Clem, la niña y tú. No pude echar la cachaça en las tuberías, primero porque no tenía cachaça y después estaba en Amsterdam con una amiguita francesa y las tuberías del hotel no me parecían dignas de ninguna libación mágica; pero en cambio me eché mucha ginebra en mis propias tuberías, y a lo mejor es lo mismo».

Desde Saignon a Euardo Jonquières, el 12.6.70, una carta por la que nos venimos a enterar de dónde prefería el gigante Cortázar comprar su ropa y dónde fue que compró Fafner, con quien comparten protagonismo él y Carol Dunlop en Los autonautas de la cosmopista: «Gracias por el anuncio de trajes para lungos, pienso guardarlo y aprovecharlo cuando vuelva a París, y no es broma: no siempre se puede ir a Amsterdam y comprarse ropa hecha y barata. Hablando de Amsterdam, creo que el año que viene voy a liquidar el auto y, precisamente en Amsterdam, me compraré un Volkswagen station-wagon. [...] Como yo el auto no lo uso en París, me conviene más el otro artefacto que me permitirá viajar por todos lados con mi casa a cuestas; quedás invitado desde ahora siempre que sepas cocinar y seas ordenado y hacendoso».

Al poeta norteamericano Paul Blackburn, que tradujo algunos de sus cuentos y fue su agente durante cierto tiempo, le escribe el 15.2.71 a propósito de su libro Gin: «Los poemas “holandeses” me parecieron espléndidos: las gaviotas, claro (my gulls, como dices con tanto derecho, porque eres el dueño de todas las gaviotas del mundo), y también la atmósfera de Holanda que yo conozco muy bien y que vuelvo a encontrar en esos poemas: Amsterdam, el paisaje de los campos, los canales, los hoteles con sus habitaciones angostas...»

Desde Saignon a Eduardo Jonquières el 16.7.73: «¿Qué hacés con el sol del verano, te vas a España o a Marruecos? No te aconsejo Mozambique. Tampoco Holanda, donde según Le Monde hay una violencia callejera temible. Parece que violan a las muchachas en plena calle, ante la indiferencia de los espectadores. Una madre ha publicado en un diario una serie de “instrucciones a las muchachas amenazadas de violación” que no tiene desperdicio y que en el fondo son muy sensatas, pues consisten en fingir aceptación (el relax and enjoy it de los ingleses) y en el momento crucial descargar un rodillazo allí donde más duele, o (y esto es sublime) agarrar con las manos el objeto más claramente visible y romperlo en dos...»

Una inesperada confesión la que le hace el 18.2.77 a Gladys Adams, íntima amiga suya desde los lejanos años cuando fue profesor en la Universidad de Mendoza: «Por mi parte vivo “solo en una multitud de amores”, como dice el Dylan (Thomas, no Bob, aunque este último también dice cosas fenomenales y además las canta, lo que tiene su mérito). Como me ha tocado el extraño destino de vivir contra el reloj, o al revés si te parece mejor, hoy a los 62 me siento mucho más joven que cuando tenía 30, y se diría que hay como una revancha, una a veces terrible necesidad de vivir hasta lo último. Pero en el fondo estoy solo, aunque de esa soledad hago una especie de laboratorio central del cual salen ramas en todas direcciones, rubias, pelirrojas, Amsterdam, negras, Soho, altas, petisas, Oklahoma, obras completas de Felisberto Hernández, Fellini, redonditas, beaujolais a ríos, flacuchas pero no tanto, Roma al sol, y ya, no te parece, pero en resumen todo lo que me pasa al alcance de esta sed».

El 10.5.77 le escribe al Comité de Solidaridad con Argentina en Holanda lamentando no poder asistir a la sesión del Tribunal contra la dictadura al cual lo habían invitado.

Al autor de esta selección, desde París, 28.9.77: «Acepto desde ya un volumen de Yrrah***; el chiste que me mandaste es genial». Y dos meses más tarde, acusando recibo de un envío en que le regalé libros de Yrrah y le pedí que me devolviese dedicado a Wil Hansen su ejemplar de Circe en andere verhalen [Circe y otros cuentos]: «MUCHAS GRACIAS por los Yrrah, que son perfectamente gloriosos. Me estoy divirtiendo toneladas con sus dibujos. El agradecimiento va con mayúsculas pues tendrás la gentileza de distribuirlo entre Barber [van de Pol, su traductora al neerlandés, Nota del A.], tu cuñado Willy y vos mismo. Tres cronopios con toda la barba (en fin, exceptuemos a Barber, a pesar del mal juego de palabras que resulta). Va asimismo la culirredonda Circe, para Willy. Cuando recibí esa edición hace un tiempo, me quedé estupefacto ante esa ciclista resueltamente calipigia, si se escribe así. Después me acostumbré y finalmente me parece una buena tapa, al punto que no me desagradaría ser la bicicleta que cabalga la rotunda ninfa con destino a algo que prefiero no pensar demasiado». Al final se refiere a la posible traducción al holandés de Adiós, Robinsón, el único radioteatro que escribió, por encargo mío, para la Radio Deutsche Welle: «Last but not least: Por supuesto que Barber sería bienvenida si quiere meterle mano al moralizador Robinson, bien sé que lo hará muy bien. [...] Me gustaría mucho saber que Robinson sabe también hablar en holandés».

[Aquí se hace necesario un inciso para explicar la génesis de Adiós, Robinsón, que Julio siempre escribe como en el original inglés, Robinson, sin acento. En 1976, en la Deutsche Welle, donde yo me desempeñaba desde 1965 como redactor especializado en temas culturales, propuse la realización de una serie acerca de algunos lugares famosos gracias a la literatura universal. La propia ciudad de Colonia, sede de la emisora, era el escenario de Billar a las 9½ y El honor perdido de Katharina Blum. Y Danzig de la trilogía que comienza con El tambor de hojalata. Postulé asimismo la inclusión en la serie de lugares como La Mancha de Don Quijote, la isla de Juan Fernández donde se desarrolló la verdadera odisea de Robinson Crusoe, Salvador de Bahía donde las andanzas de Gabriela–clavo–y–canela, y por último Trinidad, para cuyo tratamiento sugerí contactar a Vidiadhar Surajprasad Naipaul, un nombre que hizo fruncir las cejas a mis colegas en señal de perpleja ignorancia. Pero los de 1976 eran tiempos de bonanza económica en Alemania y también en nuestra emisora, y mi proyecto se aprobó sin más, con lo que me encontré teniendo como autores del mismo a Heinrich Böll, Günter Grass, Camilo José Cela (para La Mancha), el buen Naipaul, Jorge Amado y Julio Cortázar, traductor al castellano del libro de Defoe. Es el único texto que Julio escribió directamente para la radio, y fue por un encargo mío del que me siento orgulloso. Tanto más cuanto que entonces sólo Böll era Premio Nobel, y hoy en día son cuatro los Premios Nobel con los que armé mi serie. Y el que Amado y Cortázar no lo recibieran, ese es un capítulo del que prefiero no hablar].

El 15.9.78 le responde a Barber van de Pol, evacuando varias consultas sobre la traducción de “Bajo nivel”, un texto sobre el Métro de París que le había encargado Siet Zuyderland para la revista Raster, texto que en español se publicará en Caracas, ilustrado por fotos de cuadros de Zuyderland relacionados con el Métro [hay también correspondencia con él al respecto]:

«Psicopompo. En la religión griega (antigua) el psicopompo es un dios o semidiós que tiene a su cargo guiar el alma de los muertos hasta su última morada. Eso viene también de los egipcios, pues el alma de los muertos debía hacer un viaje muy complicado y el psicopompo se encargaba de guiarla. Pienso que si consultas un buen diccionario, encontrarás un equivalente en holandés. En mi texto, Baudelaire me guía a través de París, y en ese sentido es mi psicopompo. [...] Cenestesia es un término psicológico para indicar la suma de sensaciones que se tiene en un momento dado; cuando se baja al metro todo cambia, y nuestros sentidos captan otros valores y otras sensaciones que en la superficie. No traduzcas como “sentimientos” (según me propones) porque no se trata de sentimientos sino de sensaciones puras (oído, vista, tacto, etc.); también creo que un buen diccionario debería darte la palabra en holandés».

Finalmente el 10.10.78, a Ariel Dorfman, quien entonces residía en Holanda: «Estaré dos días en Amsterdam, el 1 y el 2 de noviembre, porque el 2 la TV pasa una película que hizo Eric van Zuylen sobre mí, y en la que además actúa inolvidablemente Saúl Yurkiévich. Es una larga entrevista cortada por escenificaciones de algunos momentos de mis cuentos. Si el resultado es tan divertido como la filmación, creo que estará bien».

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* Lo correcto es maatschappij [=sociedad comercial, compañía].

** Lo correcto es Uitgeverij [=editorial].

*** Yrrah (Harry, escrito al revés, Harry Lammertink, cartoonista neerlandés a quien puede considerarse uno de los maestros, si es que no “el” maestro, del humor negro).

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(3.011 palabras / 1.972 de Cortázar + 1.039 mías, o sea, ⅔ del texto son del Gran Cronopio)


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Ricardo Bada

Nació en Huelva en 1939. Escritor y periodista, reside en Alemania desde 1963. Obra publicada: •"La generación del 39", (cuentos). Nueva York, 1972 •"Lorelei-Express", (radioteatro). Hilversum, 1978 •"GBZ contra E", (radioteatro). Colonia, 1979 •"Jakob y el otro", (radioteatro sobre un cuento de Juan Carlos Onetti). Colonia, 1981 •"Kabarett para tiempos de krisis", (espectáculo teatral). Madrid, 1984 •"Basura cuidadosamente seleccionada" (poesía). Huelva, 1994 •"Amos y perros" (cuento). Huelva, 1997 •"Me queda la palabra" (conferencias). Huelva, 1998 •"Los mejores fandangos de la lengua castellana" (parodias). Madrid, 2000. •"La serenata de Altisidora", (libreto de ópera, música de David Graham). Camagüey, 2000. •"Cuaderno de Bitácora", (diario de un viaje). Madrid, 2003. Tiene en su haber dos antologías de literatura española contemporánea, realizadas en colaboración con Felipe Boso y ambas publicadas en Alemania, y ha traducido por placer gratuito a grandes poetas de esa lengua: Goethe, Theodor Fontane, Else Lasker-Schüler, Gottfried Benn, Bertolt Brecht, Erich Fried, Hans Magnus Enzensberger, etc. Ha cuidado en Alemania la selección y edición de la obra periodística de Gabriel García Márquez y los libros de viaje de Camilo José Cela; en España de la obra poética de la costarricense Ana Istarú, y en Bolivia de la única antología integral en castellano de Heinrich Böll ("Don Enrique", La Paz, 1995).