¿Qué deja un poeta… cuando muere?

Jorge Castellón

A Mario Benedetti.

 

¿Qué deja un poeta… cuando muere?


Su palabra. Y la fidelidad de aquellos, crédulos de la palabra misma, que la evocan, la conservan, la restauran. La limpian del polvo de los días, la pulen de las posibles manchas del olvido. La refrescan, la recitan, la recrean, la reinventan.

¿Qué deja un poeta al despedirse por vez última?

 

Su lenguaje. Ese lenguaje de los otros hecho de sus palabras mismas, de las palabras que del corazón, van a su voz, a algún papel, y de llí, a  la memoria. Que se vuelve canto luego, plegaria colectiva, grito o risa contagiosa, himno que  viaja por los vientos, de aquí para allá, por doquier, como estandarte de la soledad y de las  multitudes.

¿Qué deja un poeta, cuando se marcha para siempre?

 

Su sentir. Y el vaivén de ese sentir sobre los otros, como olas que nos mecen, a veces tormentosas, a veces calmas, a veces misteriosamente quietas, en este mar de cosas imprevistas por donde caminamos para luego despedirnos…sorprendidos.

¿Qué lega un poeta a los que le suceden en la muerte?

 

Su soledad. La soledad que vertió sobre las horas, que germinó con las palabras y los espacios entre ellas: los silencios. Granos de arena superpuestos de tal forma, que guardan mágico equilibrio en esa escultura frágil que se sostiene con la espera, con el tiempo: ese tiempo en que se hilvana  la absoluta soledad de todo aquel que crea, que agrega algo nuevo a lo que existe con el prodigio del secreto.

¿Qué hereda entonces, el poeta a los que le sobreviven?

 

Su misterio. El misterio del poder sutil de su alquimia de los elementos verbales. Pues, ¿qué más frágil que el lenguaje? Qué más frágil que una palabra sola, incorpórea, sin coraza, sin escudo, sin hueso, sin  sustancia y sin embrago, invencible, inasible, indestructible, atemporal, maravillosa. Dones venidos del misterio que se va, con el que muere.

¿Qué nos regala el poeta cuando ya está ausente?

 

Su silencio. El silencio del que espera, el silencio del que crea, el silencio del que añora, el silencio del que sufre -pero que no puede sufrir en silencio y por lo tanto escribe-; y el silencio mismo del que escribe, y el silencio mismo del que muere, -pero que no muere en silencio, pues su muerte es sonora, como sonoras las palabras con las tejió el códice de su escritura… en las horas del silencio.

¿Qué nos deja escondido aquel poeta, que se marcha?

 

Su dolor. El dolor de sus ausencias, sus muertes, sus exilios, sus pobrezas. El dolor de sus derrotas, de su desamor, de su sed insaciable de agua fresca, de vinos puros, de pan caliente, de leche para todos. Del dolor que brota de los crucificados.

¿Qué olvida atrás el poeta que fallece, para que se lo guardemos?

 

Su amor su amistad su esperanza su utopia 

Sus nostalgias  sus exilios sus recuerdos

Sus noches de luz sus días negros

Sus sueños sus retornos

 

Su arco y su lira, sus odas, su reloj de arena, su ajedrez, sus once letras, su canción de cuna, su paz y su flor pura, su elegía y sus heridas, su camino de andares, su táctica y su estrategia, su defensa de toda la  alegría, su poema de amor, sus letanías.

 Mayo de 2009

11Castellon

Jorge Castellón
El Salvador (1967), es graduado en psicología en la Universidad de El Salvador, y se desempeña como maestro de educación primaria y español en la ciudad de Houston, Texas, Estados Unidos, donde actualmente reside. Ha publicado diferentes artículos sobre literatura, emigración e historia de su país, en revistas electrónicas locales (El Faro, Contrapunto) y en el periódico Co-latino de El Salvador. También ha publicado poesía, narrativa, artículos y ensayos de crítica literaria en Revista Hontanar de Australia, Revista Cultural Artenet de La Florida, Estados Unidos; Revista Resonancias de Francia, Letralia de Venezuela y Ventana Abierta, de la Universidad de California en Santa Bárbara. Entre sus trabajos inéditos destacan: La tierra de los tesoros: mil años de historia de El Salvador y Una memoria personal.
Sus blog personal es: www.jorgeecastellon.blogspot.com