¿Cuánto cuesta un Rembrandt?*

Amira Armenta

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Veinticinco vidas humanas. Más exactamente veinticinco judíos. El año era 1942. Hermann Goering quería regalarle a Hitler un cuadro de Rembrandt para su colección de obras de arte. Los hermanos Katz, judíos holandeses comerciantes de arte, se encargarían de hacer posible ese regalo a cambio del salvoconducto para 25 miembros de su familia.

A sus diez años de edad, David Cohen – sobrino de los Katz y narrador en primera persona de este relato – no entiende bien por qué,  pero un día él y su familia abandonan su casa y parten en un largo viaje con destino desconocido. Aunque la narración de Cohen, hoy octogenario, es sobria, no es difícil imaginar lo que debió ser aquel viaje en tren desde la estación central de Ámsterdam hacia una París ocupada por los alemanes, y luego en dirección a España desde donde los 25 miembros de la familia tomarían un barco hacia el Caribe poniéndose así a salvo de la persecución de los nazis. El cuadro (Retrato de un hombre de la familia Raman) sería entregado a los alemanes en el momento en que los viajeros pusieran pie en suelo español.

Robert Lemm, hispanista e historiador holandés autor de esta obra, transcribe de la manera más objetiva posible la narración de David Cohen que no se limita a la peligrosa travesía de su familia por una Europa en guerra. Los marchantes Katz serían posteriormente criticados y atacados por la venta de arte al enemigo, y por lo que fue visto como una forma de colaboración. No bien acabada la guerra empezarían los países que habían estado ocupados por los alemanes el trabajo de recuperar las obras de arte trasladadas de manera impropia (de hecho robadas) hacia destinos desconocidos en Alemania. Se empezaría a hurgar en transacciones, intermediaciones y toda clase de arreglos entre directores de museos y negociantes de arte.

Ahora han pasado casi siete décadas desde que terminara la guerra y muchas de las obras perdidas durante esos años siguen sin aparecer. Más aún, en muchos casos ni siquiera se sabe qué se ha perdido. Un buen ejemplo de esto es el caso recién conocido de Cornelius Gurlitt, el anciano en cuyo apartamento de Múnich se encontraron 1500 obras de arte, entre las cuales trabajos de Picasso, Emil Nolde, Max Liebermann, Matisse, Beckmann. ¿Cómo es posible que en 70 años nadie – algún especialista, algún museo – haya echado de menos al menos algunas de estas obras? ¿Cuántas obras más no estarán perdidas sin que haya registro de su desaparición? El padre de Gurlitt, marchante de arte en los tiempos de la guerra dijo que las obras habían quedado destruidas luego de un bombardeo.

En su preciosa novela “Los enamoramientos” Javier Marías trae a cuento la historia del coronel Chabert, personaje de una novela de Balzac. Chabert, a quien todos daban por muerto desde hace años en la guerra, regresa un día a su casa para encontrar que ya no hay sitio para él en ella. Su mujer se ha casado de nuevo, la vida de la casa se ha reordenado sin su presencia. El suyo es a todas luces un regreso inconveniente. Esto mismo fue lo que experimentaron los judíos que no perecieron en el holocausto y que en 1945 volvieron a las ciudades y a las casas en las que vivían para encontrar que no eran bienvenidos, que ya nadie contaba con ellos, que sus sitios habían sido ocupados por otros. Como dice Cohen en su narración a Lemm, “nadie esperaba que volviéramos”. Pero además, igual que el coronel Chabert, se avergonzaban de haber regresado, lástima no haber muerto, también los Cohen sintieron vergüenza de volver cuando todo el sufrimiento había pasado. Vergüenza por no haber tenido que padecer la ocupación ni los campos de concentración como tantos otros, y la vergüenza de estar vivos cuando todos los hacían muertos.

A la fría recepción que recibieron en Holanda los sobrevivientes de los campos de concentración se sumó la indiferencia. En medio de las ruinas y la pobreza que dejaba la guerra la única preocupación de la gente era conseguir para comer, vestirse y seguir viviendo, nadie tenía tiempo para oír las desgracias de los otros. Esto es algo sobre lo que vuelve reiteradamente en su narración el  Cohen anciano, la indiferencia y el silencio de la sociedad durante los años que siguieron a la guerra. En su colegio todos sabían que él era judío pero nunca nadie le preguntó qué les había pasado a él y a su familia. Y tampoco ellos mismos querían hablar. Tampoco su tío Simón, sobreviviente de los campos y que sufriría de migrañas el resto de su vida, nunca dijo una palabra, ni la mujer de Simón que viviría hasta los ochenta negando el pasado.

David Cohen y Robert Lemm dedican el libro a Benjamin y Nathan Katz. Haber negociado un Rembrandt para el enemigo salvó la vida de buena parte de su familia. No todos se fueron en aquel viaje, de los que se quedaron algunos murieron en el holocausto, otros volvieron pero no lograron nunca superar el trauma de lo padecido. David Cohen a sus 80 años todavía se sorprende de la suerte que tuvieron él y los otros 24 miembros de su familia.

Si bien David Cohen logra contar su historia limpiando desde la perspectiva de su familia el nombre de sus tíos, en el mundo del negocio de las bellas artes el nombre de los Katz sigue siendo cuestionado. La entidad encargada de restituir obras a las familias de las personas que las perdieron durante la guerra se niega en este caso a devolver las obras aludiendo que fueron vendidas voluntariamente a los nazis. Pero, se pregunta, ¿qué voluntad podía tener un judío europeo en aquellos tiempos?

Een Rembrandt voor vijfentwintig levens. Het overlevingsverhaal van David Cohen, (2013) de Robert Lemm - Un Rembrandt por veinticinco vidas. El relato de supervivencia de David Cohen. (No existe traducción al español del libro)

 

 

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Amira Armenta
(Colombia), tiene un máster en historia de América Latina. Trabaja en el Transnational Institute (TNI) en Ámsterdam. Escribe con alguna regularidad sobre temas de política, cultura, cine y libros. Ha publicado dos libros de ensayos: Een nieuwe tong, y En el patio de atrás. Antiamericanismo y nueva izquierda en América Latina, y la novela, Los gatos pardos de la noche. amiraarmenta.wordpress.com