El reaccionario auténtico

Robert Lemm


Reacccionario’ es el término despectivo que, en principio, se aplica a aquellos escritores que condenan la modernidad en nombre de ideales o situaciones que precedieron a la Revolución de 1789. Pero Joseph de Maistre y Juan Donoso Cortés, que se cuentan entre los precursores, siguen fascinando a uno que otro filósofo contemporáneo (Cioran, Unamuno) por ciertos cursos de pensamientos, por el estilo o porque les sirven de antídoto y consolación a los posrevolucionarios desengañados. Lo importante aquí es subrayar que ni los susodichos, ni  sus seguidores, se llamaron a sí mismos ‘reaccionarios’.


El colombiano Nicolás Gómez Dávila (1913-1994) es, probablemente, el único reaccionario declarado. Su obra estándar, el magnum opus, nació después de su muerte, en Bogotá, en 2001. El título intriga: Escolios a un texto implícito, o sea comentarios a un texto que no existe. Para sacarlo a la luz será necesario elucidar, y clasificar, los mil y un aforismos que pueblan las quinientas páginas sin orden ni concierto. Tarea nada fácil. Pero nos ayuda, para empezar, un texto cuyo título reza: ‘El reaccionario auténtico’ (Revista de la Universidad de Antioquia, 1995). Se trata de un manifiesto breve donde al final leemos: ‘Si el progresista se vierte hacia el futuro, y el conservador hacia el pasado, el reaccionario no mide sus anhelos con la historia de ayer o con la historia de mañana. Su mirada se levanta en ese espacio luminoso donde las esencias lo interpelan con sus presencias inmortales… El reaccionario escapa a la servidumbre de la historia, porque persigue en la selva humana la huella de pasos divinos…El reaccionario no es el soñador nostálgico de pasados abolidos, sino el cazador de sombras sagradas sobre las colinas eternas.’

‘Ángel cautivo en el tiempo’. Así lo define el italiano Franco Volpi en su epílogo a los Escolios. En idioma alemán se dieron a conocer las primeras traducciones. Dietrich von Hildebrand, Ernst Jünger, Botho Strauss, Martin Mosebach figuran entre los primeros admiradores del colombiano. El último lo visitó poco antes de 1994 en su bilbioteca bogotana de 30.000 tomos, y anotó: ‘Un ermitaño del fin del mundo habitado’. El mundialmente famoso Gabriel García Márquez (Premio Nobel de Literatura 1982) dijo a propósito de su compatriota desconocido: ‘Si yo no fuera comunista, pensaría en todo como él.’


¿Cómo piensa, en todo, este ermitaño apodado Don Colacho? Bueno, su obra es un universo. Abarca las provincias esenciales del ser humano inclyuendo a Dios, la religión, la Iglesia, las herejías, la sociedad, la política, la democracia, la libertad, la igualdad, la demografía, la revolución industrial, el capitalismo, el marxismo, el idealismo, la tecnología y la naturaleza, la literatura y la lengua, el arte, las virtudes y los vicios, la vida y la muerte, la civilización y la barbarie, la felicidad y la inteligencia, la filosofia y la teología, la humanidad y el individuo, el cuerpo y el alma, la historia, los sentimientos y el gusto….Estas nociones o temas podrían servir de entradas para ordenar los escolios y así penetrar en el pensar del filósofo colombiano. En la página http://don-colacho.blogspot.nl/ del internet nos topamos con una clasificación en inglés.


Los Escolios son un libro que se abre a cualquier página para reflexionar sobre una que otra sentencia. ‘La única pretensión que tengo es el de no haber escrito un libro lineal, sino un libro concéntrico.’, y ‘acusar el aforismo de no expresar sino parte de la verdad equivale a suponer que el discurso prolijo pueda expresarla toda.’ Estos dictámenes ya son una indicación del plan de campaña. Veamos los aforismos que incluyen la palabra ‘reaccionario’. He aquí una pequeña selección:


El pensamiento reaccionario irrumpe en la historia como grito monitorio de la libertad concreta, como espasmo de angustia ante el despotismo ilimitado a que llega el que se embriaga de libertad abstracta.

El reaccionario no se vuelve conservador sino en las épocas que guardan algo digno de ser conservado.

El más convencido reaccionario es el revolucionario arrepentido, es decir: el que ha conocido la realidad de los problemas y ha descubierto la falsedad de las soluciones.

Los reaccionarios se reclutan entre los espectadores de primera fila de una revolución.

Si la izquierda sigue adoptando, una tras otra, las objeciones que los reaccionarios le hemos hecho al mundo moderno, tendremos que volvernos izquierdistas.

La revolución es progresista y busca el robustecimiento del estado; la rebelión es reaccionaria y busca su desvanecimiento.

Reaccionarios y marxistas viviremos igualmente incómodos en la sociedad futura; pero los marxistas mirarán con ojos de padre estupefacto, nosotros con ironía de forastero.

El reaccionario no condena la mentalidad burguesa, sino su predominio. Lo que los reaccionarios deploramos es la absorción de la aristocracia y del pueblo por la burguesía. So capa, alternativamente, de libertad o de igualdad.

Sabiendo que no puede ganar, el reaccionario no tiene ganas de mentir.

El reaccionario de hoy tiene una satisfacción que ignoró el de ayer: ver los programas modernos terminar no sólo en catástrofe sino también en ridículo.

El reaccionario no argumenta contra el mundo moderno esperando vencerlo, sino para que los derechos del alma no prescriban.

El marxista no duda de la perversidad de su adversario. El reaccionario meramente sospecha que el suyo es estúpido.

Izquierdistas y derechistas meramente se disputan la posesión de la sociedad industrial. El reaccionario anhela su muerte.

La mujer tiene la temperatura intelectual del medio en que vive: revolucionaria vehemente o conservadora impertérrita, según las circunstancias. Reaccionaria nunca puede ser.


No faltarán los que suscriban, todas o en parte, estas observaciones, sin por ello considerarse como ‘reaccionarios’. Don Colacho comprende esta timidez. En su manifiesto sostiene que todos los escritores verdaderamente grandes, como por ejemplo Goethe y Dostoievski, son hermanos suyos en sus objeciones contra el mundo moderno. Y como se trata de los consagrados, de los clásicos, nadie les echaría en cara su supuesta índole reaccionaria. Pero en el caso de Nicolás Gómez Dávila hay algo más. Es un creyente fiel, miembro convencido de la Iglesia católica. El catolicismo forma parte de su genio reaccionario. Y en el libro de sus aforismos abundan las referencias a la religión en todos sus aspectos. Entre los hermanos del colombiano es posible saludar a Léon Bloy, Gilbert Keith Chesterton, Giovanni Papini y al argentino Leopoldo Marechal, para sólo mencionar unos pocos conocidos. Pero ni ellos usan el rasgo odiado de ‘reaccionario’ para  identificar su obra.


¿Por qué presentarse tan abiertamente como reaccionario? ¿A qué ese desafío? Consta que Don Colacho no se preocupó por publicar sus escritos en vida, salvo unas ‘Notas’ , ‘Textos’ y ‘Escolios’ en revistas de poco alcance, y además pagados por el mismo. El ermitaño se dedicaba a las tertulias con amigos nomás, conformándose con la oscurdad. La lucidez de sus pensamientos la iba legando a la posteridad. Y sus descubridores no son precisamente los mediocres. En un número del periódico alemán Die Zeit de 2003 leemos, bajo el títular ‘El último reaccionario’: ‘Por reaccionario apenas se puede imaginar otra cosa que un fascista o, a lo mejor, un monarquista. Nicolás Gómez Dávila no es ni uno, ni otro.’ Lo que se oculta tras el ser reaccionario es un concepto del mundo que hace falta aclarar, y el colombiano sería su pionero.


A propósito del centenario de su nacimiento se organizó un congreso internacional en la Universidad de la Sabana, Colombia, entre 16 y el 18 de mayo de 2013. Y en la Universidad de Trento, Italia, en el 14 de mayo, se celebró otro congreso titulado ‘Nicolás Gómez Dávila y la crisis del Occidente’. Y eso, mientras que la ‘academia’ para Don Colacho significaba tan poco como  la política, por no decir nada de la democracia que despreciaba. El diario colombiano El Espectador del 8 de abril lo recordó con las palabras: ‘Fue un poco Ciorán, un poco Nietzsche. No le tenía miedo a la realidad, por más cruda que fuera. Sus pensamientos eran una herida que se abría. Por eso era capaz de escribir: “La autenticidad no rescata de la mediocridad, pero salva de la cursilería”; “La tolerancia ilimitada no es más que una manera hipócrita de dirimir”; “El optimismo es un invento relativamente moderno. Las literaturas clásicas no tienen sensibilidad sosa”; “Deprimente, como todo texto optimista”. Por eso era capaz de pensar más con la duda que con el deseo, y escribir era su salvación: “(…) La única manera de distanciarse del siglo en el que le cupo a uno nacer”.

Distianciarse del siglo. Yo diría no complacer. Atreverse a ser culturalmente incorrecto. Haber rechazado el puesto de embajador en Londres. Tener las manos limpias, como Montaigne.


Lo que el reaccionario dice nunca interesa a nadie. Ni cuando lo dice, porque parece absurdo; ni al cabo de unos años, porque parece obvio.


Vivir con lucidez una vida sencilla, callada, discreta, entre libros inteligentes, amando a unos pocos seres.

He aquí don Nicolás Gómez Dávila.

P.S. Robert Lemm está preparando una edición bilingüe (español-holandés) y ordenada según los temas principales.




Robert Lemm
Reside en Amsterdam. Con regularidad ha dado conferencias sobre temas relacionados con su obra, tanto en holandés como en español. Entre 1995 y 1997 dió un curso sobre historia y literatura hispánicas en Surinam (la Guayana holandesa hasta 1975). De varios de sus libros aparecieron segundas y terceras ediciones. Uno de ellos, sobre la Inquisición Española, ha sido traducido al alemán y tuvo dos ediciones en 1996 y 2005.De su "Historia de España" aparecieron cuatro ediciones. "La autobiografía de Raúl Reyes"' (2009) causó agudas polémicas y un honroso reproche del actual presidente de Colombia. Otros libros: Aparecieron en holandés e.o. una Historia de España, Alba de América, una Crónica de los dictadores latinoamericanos (Abrigo de sangre), Viacrucis del cristanismo, María y su evangelio secreto, Swedenborg, Léon Bloy contra Nietzsche, El papa Benito XVI y la aparición de Eurabia, Operación Fénix -La autobiografía de Raúl Reyes. Lemm es traductor de e.o. Borges, Octavio Paz, Miguel de Unamuno, Joseph de Maistre, Juan Donoso Cortés, Giovanni Papini, fray Luis de León. El auge y el ocaso de los jesuitas (2011). En 1979 le concedieron el Premio Martinus Nijhoff por sus traducciones de autores latinoamericanos.