Juan Arabia

Elegía

Eres los otros, y ya nadie te escucha.
Y sólo eres canción, algunas palabras,
elegía.
La tarde es la tarde, y Borges es Whitman.
Ya no estás entre mis páginas
y te escucho sólo en los sueños;
esa esperanza que no existe.
Allí eres quien conocía,
allí eres, mientras dormías.
No siento tu ausencia: todo lo fuiste.




La noche

Como la de un determinado aroma,
la noche será, entre todas, sólo una.
Contemplando a la solitaria luna,
un alma verás que por fin se asoma.

Inmóvil mar que duplica en estrellas
a sus despiertos; niebla eres del día,
vestigio del atardecer. Tardía
ventura, de máscaras y querellas;

La sombra es sólo una extensión de tu ser.
En aullidos sacrificas tus prendas,
hasta que gobierne un nuevo amanecer.

Allí el silencio quedará sin vendas...
Y habrá en la tierra muy poco para hacer.
Dormiré en tu piel hasta que te enciendas.


Larga Revolución

¿No crees que deberías dejar de seguir este camino,
que conduce a la caída de algunos?
Alexander Schapiro


Cuando el velo es arrastrado por el aire del campo,
delante queda una historia
invalidada por el mínimo gesto
de quienes tienen sus días contados
en el murmullo de la existencia.
Sólo que es difícil encontrar un lugar
para sembrar una verdad
que no retenga algo del interés
del árbol que persigue al sol,
del río que entre sus sombras
oculta al pez que será dorado en la supercie,
como la irrupción de una alada espada
que se detiene por un instante en el tiempo.
Una larga revolución que inmovilice en su palabra
el hábitat de los colibríes,
las sombras del cielo que en su rudimentario escenario
acumulan en torno de la tormenta
sólo vientos frescos y tonicantes.


Los pájaros olvidan la lluvia en el verano

Alguien me dijo que
«los pájaros olvidan la lluvia
en el verano.»
Ellos olvidan la prisión,
alas rotas llenas de vida…
Ellos olvidan el gusano,
las reglas familiares.
Y emprenden el camino a Sudamérica,
donde el vino lleva el sonido de las campanas

Soy el que mira al cielo y a la tierra
Soy el que mira al cielo y a la tierra.
Soy el universo.
El que baja hasta la orilla del lago
Y enciende las hierbas secas.

La explicación es una bajeza,
El esclarecimiento la humillación.
Porque el aire es como los otros:
La memoria del hombre, en sí misma.

Soy el que escucha a los árboles
Y sus cabellos de inmenso día.
El que brota en el silencio de la superficie
Y deja firme su idea.

Estoy hecho de palabras; soy el que canta.
Estoy hecho de materia; soy el que inventa.
No siento temor por la verdad:
Soy el que vive, soy el poeta.




Poema del tercer día

En el cielo el tesoro y los recuerdos,
Donde dejan nuestras almas tantas voces…

Esperamos la noche para inventar una lengua:
«Estas piedras contienen cada uno de mis días».

Las montañas protegen esta verdad,
El silencio nunca es el mismo.

Vimos en el lago una serpiente,
El rinoceronte;
Pensamos en la cruz
Y escuchamos la madera mucho antes
De que caiga al agua




Y el temor rompió sus alas

Justo allí donde el mar enuncia el símbolo.
Todo ha quedado como fue entonces:
Fósiles, desierto,
Debajo de las olas que se han ido
Y que ya no volverán.
La identidad es algo que ha sido o será.
Ni el mínimo roce del camino
Hará que esta espesa niebla
Camine como un blanco lobo
O se acomode al menos sobre un rincón,
Como fría y sólida nieve.
Por eso, y porque somos tan sólo
La estela de un camino inadvertido,
Camina,
Sigue escuchando el rugido del mar.
Aquello que buscas te pertenece.




Final
(o El enemigo de los Thirties)

La noche caía despierta en Greenwich Village,
y desnudas las estrellas perecían
como tu corazón;
en donde cabía un universo entero,
de luces primeras;
enceguecedoras como tu imaginación.

Sostenías tu copa,
enjaulada de demonios y tibia verdad,
de antaño no resuelto y espinas arenosas.

¿Alguno entenderá que esa cruz,
no es la misma que la de esos dos ladrones
que beben despiadados su pobreza?

Tu propósito es olvidar
una multitud entera de belleza.
Pero tus versos rugen, como encadenados:

Al fin los pájaros serán libres como el cielo;
aunque en la próxima mañana
en el canto de sus alas desaparezcan.




10Arabia

JUAN ARABIA
Buenos Aires, 1983. Poeta y Crítico literario. Estudió Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires, donde desempeña su labor como investigador (UBACyT) en el área de la didáctica de la escritura de ficción. Es fundador y director de la Revista Literaria Megafón, editada en formato digital y papel hasta el año 2009. Actualmente edita la revista de poesía Buenosairespoetry (www.buenosairespoetry.com), y colabora en diversas publicaciones, como en la revista de la Universidad de La Rioja, Departamento de Filologías Modernas (España), y en la revista de Estudios culturales La Torre del Virrey (Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Valencia); entre otras. A principios del 2011 publicó su primer libro de poesía Canciones del Gólgota, con un auspicioso prólogo de Luis Benítez. La editorial El fin de la noche ha publicado recientemente su primer trabajo en materia de crítica literaria: John Fante: entre la niebla y el polvo (www.elfindelanoche.com.ar).