Diana BlokEl Tiempo lo Dirá
Bautismo, comunión, casamiento y vestidos a la última moda: prendas diseñadas, cosidas y bordadas por mi madre católica argentina. Una aguja tejiendo misterios y verdades atrapadas en silencio como si hábilmente delineara de forma indecible eventos de nuestro pasado, imágenes indelebles que eventualmente salen a luz en la onda de sus palabras proféticas: “el tiempo lo dirá”.
Mi apuesto padre fue un joven holandés contratado por la Embajada Turca como su primer asistente, primero en La Haya y luego en Buenos Aires por otro período, desde 1939 hasta 1945. Alto, rubio y de ojos azules, fue el Príncipe Encantado de mi madre. Se casaron y juntos criaron cuatro hijas, yo nací en segundo lugar. Después de la guerra, mi padre fue transferido para la Embajada Holandesa como diplomático y ascendió de forma ininterrumpida al Servicio Exterior Holandés en Montevideo, Bogotá, Guatemala y México DF. Después, se retiró con una pequeña colección de condecoraciones, incluyendo la prestigiosa “ Caballero de Orange Nassau”.
Pero en silencio, mi padre sufrió el peso de una identidad no reconocida: era judío. Había escapado del Holocausto por la pura “coincidencia” de que fue re-contratado por el Embajador Turco exactamente durante el período de la guerra. En el clima antisemita de la Argentina de esa época semejante revelación hubiese explotado la burbuja de nuestra existencia, por lo que sufrió el dolor de esconder este hecho de mi madre e hijas durante toda su vida. Mientras la vida de mi padre se desarrollaba en la época de oro de la Argentina, sus padres y su único hermano eran asesinados en Auschwitz.
Mis padres vinieron de mundos muy diferentes, pero se amaron profundamente. Para mis hermanas y para mí, su historia, las ilusiones y prendas que ella hizo con tanto amor, guardan la llave de nuestra identidad. Sin los eventos del pasado y las repercusiones que tuvieron en sus vidas y en las nuestras como sus hijas, no seríamos lo que hoy somos.
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